Esta crítica no contiene spoilers de ‘Déjales hablar’.

Como los protagonistas de ‘Déjales hablar’ bajo las directrices de Steven Soderbergh, cuando escribo improviso mucho. Parto de una idea clara que quiero transmitir y, desde ella, analizo o divago. Dependiendo de lo inspirada que esté ese día. En referencia a esta película, tengo claras qué dos conclusiones o qué dos mensajes tengo que resaltar en la crítica. Y, a partir de ellos, me dispongo a analizar o divagar, por ahora no lo tengo muy claro. Como sospecho que tampoco lo tenía el bueno de Soderbergh cuando comenzó a rodar a bordo de un crucero, barco, nave o como demonios haya que llamarlo.

Por un lado, la historia de ‘Déjales hablar’ no ha generado demasiado interés en mí. En parte porque la he encontrado caótica, mal ordenada, mal construida y mal resuelta. Si bien es cierto que sus escenas individuales sí han generado en mí una respuesta positiva, el conjunto no ha funcionado. Creo que Soderbergh no termina de encontrarse en ese viaje, y que el guion de Deborah Eisenberg no está todo lo bien aprovechado que podría haber estado. Es como si el director se hubiera tirado de cabeza a este experimento, centrándose en un aspecto muy concreto, como es el del reparto, y olvidándose o dejando demasiado poco definida la historia. Tanto que termina diluyéndose y no resultando lo satisfactoria que tendría que haber sido.

Por otro lado, y ahí viene la segunda conclusión, a nivel interpretativo el experimento de Soderbergh funciona. El reparto, encabezado por una Meryl Streep siempre brillante, se hace con cada escena y desprende un encanto único, que nos recuerda inevitablemente a la libertad y la autenticidad de las tablas. Lucas Hedges tampoco se queda atrás en el juego interpretativo, al igual que ocurre con Dianne Wiest, Candice Bergen y Gemma Chan. Todos ellos forman un grupo de intérpretes que han sabido arroparse entre ellos y conectar de manera que la improvisación fluye y el talento se multiplica. Son sus interpretaciones las que salvan a la película de su propio caos. Y las que justifican sobradamente el experimento del director.

¿Por qué por separado sí y juntas no?

No tengo muy claro cómo concibieron Steven Soderbergh y Deborah Eisenberg ‘Déjales hablar’. Pero viendo la película, queda la sensación de que no fue construida como un todo. Sino como una composición de pequeños pasajes que, finalmente, no han encajado como debían. Es curioso, porque estos pequeños pasajes sí funcionan. Son interesantes, profundos cuando deben serlo, encantadores en otras ocasiones y también divertidos. Pero entre uno y otro, se pierde algo. Quizá parte de la conexión del espectador o quizá el propio hilo conductor, que muchas veces parece ni existir.

Si bien es cierto que tenemos una historia, la de una escritora de éxito que se reencuentra con sus mejores amigas de la juventud para sanar heridas, por momentos parece que no existe tal cosa. Las amigas no mantienen la unión que se había creado entre ellas años atrás y, de la misma manera, sus micro historias no terminan de formar una historia común. En parte, esto está bien pensado, porque representa precisamente la relación existente entre las tres. Pero, por otro lado, genera un caos y una confusión que terminan perjudicando enormemente el resultado final de la película.

Personalmente, confieso que he disfrutado algunas de las conversaciones entre los personajes de ‘Déjales hablar’ como una niña pequeña delante de un teatrillo de guiñoles. Fascinada por el talento de los protagonistas y por los derroteros hacia los que les llevaba la improvisación. Pero también confieso que la historia en sí no ha despertado demasiado interés en mí. Y que, aunque emocionante e intenso, he encontrado el final quizá demasiado atropellado. O el planteamiento y el desarrollo demasiado lentos, inestables y enmarañados. Lo cierto es que como ejercicio narrativo, no me ha dejado demasiado buen sabor de boca.

Las relaciones y las presunciones

Lo que sí me ha gustado, además del trabajo de los actores, que podría mencionar hasta la saciedad, ha sido el análisis y el estudio que se hace en la película de las relaciones. Y también de nuestras presunciones y de los malentendidos a los que nos llevan. En el crucero, durante el tiempo que dura el viaje, podemos contemplar diferentes tipos de relaciones. Desde amorosas hasta profesionales, pasando por familiares o de amistad. También relaciones nuevas, relaciones sólidas y relaciones antiguas, de las que solo quedan las cenizas. Y, mientras las contemplamos, podemos observar cómo nuestras propias presunciones nos pueden jugar una mala pasada.

Soderbergh y Eisenberg juegan con esto a lo largo de todo el largometraje, y lo hacen con acierto. Presentándonos situaciones cómicas, dramáticas o enormemente confusas. Así como situaciones en las que ya no hay marcha atrás y en las que se muestra el verdadero impacto que pueden llegar a tener nuestras presunciones y la ausencia de sinceridad y, muchas veces, de valentía. Director y guionista nos presentan un mismo viaje, pero entendido y visto de muy diferentes maneras. Para unos es una oportunidad de vivir, para otros de reconciliarse, hay para quien se puede entender como una oportunidad de negocio y quien simplemente lo encuentra como un disfrute continuo. Una misma realidad mirada desde perspectivas muy diferentes y diversas.

Qué pena que el montaje y el hilo conductor no hayan sido lo que requería esta historia. Qué pena, porque empañan todo este estudio que hay detrás del caos. Suerte que con un reparto como el de ‘Déjales hablar’, no hay naufragio posible. Sólo por ver a Streep y Hedges improvisando, reflexionando, filosofando y equivocándose, merece la pena emprender un viaje como este. Incluso si eres de los que se marea en alta mar.

‘Déjales hablar’ se estrena en HBO este jueves 10 de diciembre.