Hillbilly, una elegía rural
Lo mejor
- Los minutos que comparten abuela y nieto
Lo peor
- La forma en la que 'Hillbilly, una elegía rural' pasa por alto todos los porqués que construyen de verdad esta historia
- Un guion flojísimo que nunca consigue un verdadero efecto en el espectador
- Los personajes no dejan de ser poco más que un esbozo de lo que deberían ser
Leo el título del libro del que parte esta película y me sorprendo. ‘Hillbilly, una elegía rural: Memorias de una familia y una cultura en crisis‘, se llama. Tenemos la parte de la familia en esta adaptación de Ron Howard que se estrena en Netflix el próximo viernes 27 de noviembre. Nos olvidamos de la parte de la cultura. Y sin haber leído la novela autobiográfica de J.D. Vance, ya sé que esto es un error. Sobre todo porque uno de los principales errores de esta película tiene que ver con lo vacía que se siente. Tal vez si hubieran profundizado en esa cultura en crisis, de una América profunda y rural que todavía aquí no conocemos bien, podrían haber conseguido que estos personajes no se arrastrasen por la historia dándose voces y poco más.
Es una historia real, así que hay que tener cuidado a la hora de hablar de ella. Respeto a la familia de Vance, al propio autor, que obviamente vivió lo que cuenta, pero creo que esta película no hace justicia a las emociones y los acontecimientos que lo acompañan. El peso recae en los personajes, y en ellos sí podemos sentir una cierta profundidad que, en cualquier caso, nunca exploramos bien; las escenas están vacías, también los escenarios. No tanto las relaciones familiares, pero estas relaciones las entendemos más bien porque las hemos visto, mejor, en otra parte. La familia es el centro de la película, pero el espectador tiene que componer por su cuenta muchos elementos si quiere encontrarle un sentido completo.
Así es ‘Hillbilly, una elegía rural’
J.D. Vance (Gabriel Basso), estudiante de derecho de Yale, ex marine, nacido en Ohio, se encuentra en pleno proceso de selección para un trabajo que desea fervientemente. Entonces recibe una llamada de su hermana Lindsay (Haley Bennett): su madre, Bev (Amy Adams), ha vuelto a recaer. Está ingresada con una sobredosis de heroína. J.D. tiene que elegir, entonces, entre seguir con su vida o volver al hogar familiar. Decantándose por esto último, incapaz de romper con los a veces complicados vínculos familiares, exploramos la historia del joven, de su madre y también de su abuela.
La historia se parte en dos líneas temporales. Por un lado, vemos a través de una serie de flashbacks la dura infancia de J.D. Vance y su complicada relación con una madre drogadicta y violenta incapaz de responsabilizarse de su cuidado y educación. También los esfuerzos de su abuela (Glenn Close) y de su hermana por ofrecerle un escenario mejor. Bev es, por cierto, enfermera, y fue la segunda mejor estudiante de su promoción. Nos lo repiten insistentemente, supongo que porque quieren dejar pinceladas de cómo las oportunidades, en esa América profunda, no siempre llegan. Es una pena que esto ni se explore ni se aborde bien. Y que, como ya he dicho, no sea más que una sucesión de gritos que nunca llegan a calar del todo.
Por otro lado, tenemos el presente. Ese viaje urgente de J.D. al que fue su hogar, para visitar a su madre y responsabilizarse de su cuidado como ella nunca hizo. A través de pasado y presente comprendemos el peso que su abuela tuvo en la infancia del joven, y podemos llegar a reflexionar en torno a lo importante que es, para los jóvenes, tener a alguien cerca que apoye, confíe y cuide. Este es, quizá, el único vehículo emocional al que me he subido en ‘Hillbilly, una elegía rural’. También por las contradicciones en la figura de la abuela, una mujer de carácter que tampoco ha llevado una vida fácil, que busca ser el Terminator bueno con su nieto que no pudo ser con su hija.
Desmenucemos un poco
Creo que uno de los principales problemas de ‘Hillbilly, una elegía rural’ es que los personajes nunca, salvo en los primeros minutos, transmiten una sensación de día a día que el espectador necesita para conocerlos y también para sentir sus golpes. Puede que algunas escenas desagradables nos impresionen, de hecho nos impresionan, pero nunca terminamos de sentirlas propias de esa manera que tiene el cine de ser propio. Y si nos impresionan es por la fuerza visual que tiene la violencia.
Los personajes nos resultan ajenos. Y cuando hemos visto la quinta escena similar, espectacularmente visual pero que no añade ninguna información o emoción al verdadero conflicto, nos cansamos. Quizá reflexionemos sobre lo visto, pero lo hacemos lejos de esos personajes, sin poner sus nombres. Que una historia tenga un carácter universal es bueno, que no podamos relacionar ese carácter universal que intuimos con la propia historia, y nuestras mentes vuelen lejos de ella, es malo.
Como la vida de J.D. es la que es, y es la que se nos cuenta, entiendo que si es incapaz de transmitir todo lo que debería es culpa de muchas malas decisiones. Como borrar todo rastro político, social y cultural de la historia, o como abordar esa violencia siempre desde el momento violento y nunca desde la pausa consternada de después.
Un problema aparte, personal, subjetivo, propio, que no tiene por qué compartir nadie más, es que no he conectado en ninguno de los instantes ni de las etapas de esta película con el personaje de J.D. Ni en su infancia ni en su edad adulta, ni con el desarrollo de su personalidad, que se esfuerza por encaminar hacia una buena dirección, ni con el control de los comportamientos heredados. Los veo, pero no han tenido ningún efecto en mí. Me interesaba bastante más el personaje de su abuela, el abandono de la vida que había conocido, su complicado matrimonio, su dolor final. No llegamos a explorarlo: solo es una excusa para explicar lo relacionado con J.D. También me interesaba más el personaje de Amy Adams, aunque desconectada como estaba de la interpretación de ésta también lo he sentido bastante lejano. Sí: desconectada de Amy Adams. Creo que por primera vez.
El guion nunca sobresale, ni siquiera es preciso en muchas ocasiones, así que los personajes viven de las interpretaciones. En este sentido, la interpretación de Glenn Close es certera en muchos momentos, emocional en uno concreto, angustiosamente real en otro, algo excesiva. Cuánto lamento tener que quedarme en el último aspecto con una Amy Adams con la que siempre suelo conectar, y a la que, tal vez, le llegue aquí el Oscar, porque yo con los Académicos nunca coincido; ese Oscar que debió ganar por ‘Animales nocturnos’ (2016), ‘La llegada’ (2016) y todas las demás que se os están ocurriendo. ‘Hillbilly, una elegía rural’ iba a ser, en teoría, una carrera de estas dos mujeres hacia sus respectivas estatuillas. Para mi gusto se quedan lejos, aunque me alegraré, si es que sucede, por todo lo visto en estos años de atrás.
¿Te gustará ‘Hillbilly, una elegía rural’?
Creo que muchas personas la encontrarán verdaderamente tediosa. Es la típica película en la que a veces sientes la tentación de coger el dichoso teléfono móvil, porque nunca te ves condicionado por el temor de estar perdiéndote algo. La has visto desde el principio; puedes imaginar lo que sucede, cómo termina y los conflictos internos que aquejan a cada uno de los protagonistas.
Personalmente, siempre he sentido predilección por esos conflictos humanos, sobre todo cuando están relacionados con el entorno en el que viven, así que el problema que he encontrado en ‘Hillbilly, una elegía rural’ no es tanto el fondo como las formas. Sus imágenes no me han dicho casi nada, tampoco sus protagonistas, ni tampoco un guion vacío que se limita a acomodarse en la fuerza inherente a una historia así, y que nunca apuesta por profundizar en las emociones. Creo que está mal abordada desde el principio, y que las ejecuciones rara vez funcionan. ¿Te gustará? Puede que no te moleste, pero es probable que te deje indiferente. Ha sido mi caso.
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