La canción de los nombres olvidados
Lo mejor
- El tono de la película, al que es fácil entregarse si te gustan esta clase de historias
- El retrato de la infancia y la adolescencia de los dos protagonistas
- La banda sonora
Lo peor
- Funciona de manera irregular, con momentos bastante prescindibles
‘La canción de los nombres olvidados’ adapta la novela de Norman Lebrecht, que en su idioma original se limita a llamarse ‘The Song of Names’. La película, supongo que también la obra literaria, es un recorrido hasta la comprensión del título que da nombre a la ficción. La música es un hilo conductor en este viaje, y en manos de Howard Shore (‘El señor de los anillos’, entre otros grandes títulos) cobra la relevancia necesaria. Es quizá el elemento que más destaca en el nuevo film de François Girard (‘Hochelaga, Terre des âmes’, 2017), que viene demostrando desde sus inicios una pasión propia por la música, introduciéndola y llenándola de sentido en sus historias.
En esta ocasión, la historia la protagoniza un joven polaco judío llamado Dovidl, que gracias a su prodigioso talento con el violín es acogido por una acomodada familia británica en pleno estallido de la Segunda Guerra Mundial. En su nuevo hogar conoce a Martin, el hijo de los Simmonds. Juntos crecen, se divierten, se convierten en el mejor amigo del otro y tratan de superar los tiempos trágicos en los que viven… Hasta que Dovidl, con 21 años, desaparece en la noche en la que iba a consagrarse como uno de los violinistas más importantes de Reino Unido. Tres décadas más tarde y por primera vez desde aquella noche, Martin conoce por casualidad a un joven violinista que ha incorporado en sus presentaciones un gesto característico de quien fuera su hermano. Es entonces cuando comienza la búsqueda.
‘La canción de los nombres olvidados’ alterna el pasado, gris y decadente, con el presente para contarnos dos historias. En la primera, dos jóvenes se encuentran, se conocen y aprenden a quererse como hermanos, superan adversidades, comparten confidencias, una infancia, una adolescencia y los primeros pasos en la vida adulta. Retrata muy bien los prejuicios y las bondades de la infancia, y también refleja a la perfección la realidad de que hay personas que nos marcan para siempre. Este último elemento nos persigue durante toda la película, cuando un Martin ya adulto interpretado por Tim Roth se desvive por reencontrarse con Dovidl, a quien da vida Clive Owen.

Sí he encontrado en esta película temas complejos, como la culpa que a veces experimentan los supervivientes de una masacre y la necesidad de recordar a quienes ya no están, y algunos de esos temas se exploran y se representan de manera convincente bien. Sobre todo en los compases finales, cuando la canción de los nombres olvidados empieza a tomar forma. Esta película tiene, en general, el tono y el estilo de otras del mismo corte, como ‘La ladrona de libros’, con líneas temporales varias, un sentimiento generalizado de pérdida y una necesidad de conservación, y un tipo de arte que nos conduce durante todo el visionado.
Seguramente gustará a quien se sienta cercano a este tipo de cine que se empeña en recordar y honrar. El guion, a cargo de Michael Petroni, tiene sus momentos de luz; es el ritmo de la propia película el que puede resultar un problema. Hacia el final, lo confieso, sentía que ya había visto demasiado y solo quería una conclusión; esa conclusión, como ya he dicho, merece la pena.

‘La canción de los nombres olvidados’ es una película emocional que nos habla de los recuerdos, las cadenas que nos atan, voluntaria o involuntariamente, al pasado, y la necesidad de saldar cuentas pendientes, con nosotros mismos y con los demás. Se estrena este 13 de marzo.
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