La mujer ilegal
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'La mujer ilegal'

Lo Mejor
  • Su mensaje, sus historias
  • Equilibrio entre emoción, acción y tensión
Lo Peor
  • Me hubiera gustado disfrutar de la versión original

Esta crítica no contiene spoilers de ‘La mujer ilegal’.

El cine entretiene. Es uno de sus objetivos primordiales. Pero también responde a una función social básica que, a veces, pasamos por alto. El séptimo arte es el altavoz para aquellos que no tienen voz, porque han sido silenciados. Es la plataforma para todas aquellas historias que, de otra manera, no nos llegan. O nos llegan contaminadas y sin ningún rastro de humanidad. Por eso, el drama social es para mí uno de los géneros imprescindibles. Ese que siempre ha de estar cultivado y que tenemos que visitar cada poco tiempo, para seguir escuchando a quienes no quieren que escuchemos. ‘La mujer ilegal’, dirigida por Ramón Térmens, se sitúa dentro de este género y, por tanto, dentro de la lista de películas de visionado imprescindible en este 2020.

En esta cinta, el director catalán aborda la insostenible situación de los conocidos como CIEs, es decir, de los Centros de Internamiento de Extranjeros, situados en el Estado español. Lo hace a partir de diferentes figuras clave. Por un lado, tenemos a Fernando Vila, abogado de inmigración que dedica su vida a ayudar a personas que llegan a España procedentes de todos los rincones del planeta. Y, por otro, tenemos a Zita Krasniqi, una joven kosovar que aparece ahorcada en su celda antes de ser deportada, y a Juliet Okoro, amiga de esta que se encuentra atrapada en una red ilegal de prostitución. Tres vidas que se cruzan en un momento concreto y que representan a las de miles de personas ignoradas día tras día.

A partir del instante en el que sus caminos se cruzan, acompañamos al abogado en su particular periplo. En su lucha constante por salvar vidas y por hacer justicia, que nunca es tan fácil como lo parece en la distancia. Y a través de su mirada nos encontramos de frente con todos los obstáculos contra los que chocan cientos de personas cada día.

Burocracia y papeleos que no llevan a ninguna parte. Poderes e intereses que van en contra de la vida, de los derechos fundamentales del ser humano y de la propia ley. Círculos impenetrables en los que la protección para los privilegiados está garantizada, en detrimento de los más vulnerables. Una serie de realidades que no suelen aparecer en nuestras televisiones y que, sin embargo, forman parte de nuestra sociedad. Aunque las desconozcamos o finjamos hacerlas. Es en ellas donde pone el foco ‘La mujer ilegal’.

Una construcción inteligente


La mujer ilegal

La película de Ramón Térmens está marcada por un buen ritmo narrativo. Un ritmo sólido que nunca llega a ser apabullante, pero tampoco demasiado lento. Pero sobre todo está marcada por una construcción inteligente, en la que se van alternando compases con un nivel de acción importante y compases más calmados, más reflexivos y más emocionales. Así, se permite al espectador que conecte desde el inicio con las historias de los protagonistas, conociendo su infierno, sus motivaciones y sus circunstancias. Para luego, una vez sentadas estas bases, arrancar con la trama policial, que también está bien planteada y bien desarrollada.

Junto con la manera de abordar un tema polémico, importante e ignorado, creo que es aquí donde reside la gran virtud de ‘La mujer ilegal’. En la capacidad de Térmens y de Daniel Faraldo, con quien escribe el guion, de equilibrar la balanza entre emoción, acción, reflexión y profundidad. Una tarea nada sencilla que resuelven con acierto y que tiene como resultado una película lo suficientemente profunda, lo suficientemente emocional y lo suficientemente intrigante como para mantener al espectador atento durante el visionado y despierto después del mismo.

El reparto (Daniel Faraldo, Yolanda Sey, Isak Férriz…) ofrece buenas interpretaciones. También lo suficientemente intensas como para que las emociones de sus personajes traspasen la pantalla, pero sin llegar a ser abrumadoras. Un equilibrio muy difícil de conseguir en un drama social como este, en el que se tocan temas y se muestran situaciones extremas y de un impacto brutal. En él está una de las claves de la cinta, que no habría funcionado de la misma manera si la dosis de emoción hubiera sido mayor o si, por el contrario, se hubiera suprimido, eliminando así toda conexión con el público.

‘La mujer ilegal’ es, por tanto, una buena película, cuyo visionado funciona y deja huella. Pero, sobre todo, es una película importante, necesaria, que todos deberíamos ver. Porque todas esas historias que aparecen en ella, que no son más que una minúscula muestra de las que habitan en los CIEs, deben ser escuchadas y conocidas. El cine sirve para ello, para contarnos lo que no nos muestran o no queremos ver, y para señalarnos la importancia de que miremos en la dirección correcta. Películas como esta nos piden a gritos o, mejor dicho, nos reclaman que dejemos de girar la cara. Es nuestro deber escucharlas.

‘La mujer ilegal’ se estrena en cines este viernes 11 de diciembre y se ha presentado en el marco de Visual Art, Festival Internacional de Cinema de Lleida.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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