'Madre'
Lo Mejor
- Marta Nieto
- La valentía de lo que cuenta y de cómo lo cuenta
- Brillante Sorogoyen, dominando el plano secuencia una vez más
- Fotografía hipnótica
- Su honestidad
Lo Peor
- ¿Nada?
La angustia de Marta Nieto en ‘Madre’, el corto de Rodrigo Sorogoyen nominado al Oscar hace tan solo unos meses, fue sinónimo de éxito. La mirada perdida y frenética de una madre que vive a través del teléfono la agonía de su hijo de seis años, al que pierde la pista para siempre, conectó fácilmente con un espectador que cuando se habla de lazos familiares siempre tiende a ser especialmente empático. Hasta aquellos que no sabemos lo que es dar la vida a otro ser, los que no conocemos la maternidad ni la paternidad, nos quedamos sin respiración y agarrados al borde del sofá con los poco más de 15 minutos de historia que nos entregó el director madrileño en forma de cortometraje. Pero ahora tenemos más -y diferente-.
Este viernes 15 de noviembre se estrena en cines ‘Madre’, el largometraje secuela del premiado y alabado corto de Sorogoyen, que vuelve a tener la firma del joven director, así como la mirada perdida de una Marta Nieto que se marca aquí una de las mejores interpretaciones del año. Han pasado diez años desde aquella dichosa llamada telefónica, Elena se ha mudado a Francia, al lugar en el que su vida se rompió en mil pedazos, y ha comenzado a construir un nuevo camino. O eso es lo que puede parecer en los primeros compases de una película.
No soy madre, pero imagino que un suceso como el que vivió Elena te cambia por completo, te rompe, te destroza y te transforma. Diez años más tarde, el duelo sigue y la madre con la que nos encontramos no es la misma. La pérdida de su hijo ha generado una obsesión insana, como lo suelen ser todas, que no puede ser aplacada. Porque la historia nunca terminará, porque la incertidumbre es el hilo que sigue tirando de ella hacia el pasado. No importa que hayan transcurrido 10 años, que haya comenzado una relación con otro hombre, que lleve una vida totalmente diferente. El hilo continúa tenso y se ha convertido en su razón para levantarse cada día.
La loca de la playa, dicen los veraneantes asiduos y los habitantes de la zona. Porque pasea por ella con la mirada perdida, porque mira a los chicos en busca de algún parecido con su Iván, porque cualquiera pensaría que alejarse del lugar que le arrebató todo sería lo cuerdo y quedarse lo insano. Pero sólo Elena puede entender lo que pasa por su interior, un torbellino de sentimientos encontrados, de necesidades, de angustias y de mucho dolor al que Rodrigo Sorogoyen nos ha querido acercar con una sensibilidad y una valentía que continúan confirmándole como uno de los directores más inteligentes emocionalmente hablando de su generación.
Incómoda
Así he sentido a ‘Madre’ casi desde su comienzo. Creo que es una película incómoda porque precisamente se sumerge en una serie de sentimientos que solemos ocultar, incluso a nosotros mismos. Porque se mete de lleno en lo más profundo del ser humano, en sus miedos y en sus obsesiones, generando situaciones que cuesta ver. Precisamente porque en ellas vemos una verdad que no esperamos encontrarnos en una pantalla de cine. Curioso, ¿no?
Ya ocurrió con ‘El Reino’. Los dos largometrajes, aparentemente, no tienen nada que ver el uno con el otro, pero ambos comparten esa valentía de mostrar lo que no queremos ver o lo que no quieren que veamos. En el caso de ‘Madre’, tenemos ese extraño vínculo que se produce entre Elena y Jean, en el que al principio creemos que uno de ellos confunde los sentimientos, pero en el que nosotros mismos podemos estar equivocados. Un camino complejo, difícil, como lo es la vida de la protagonista y como lo es enfrentarse a realidades tan duras como la suya.
Nos cuesta mirar a la pantalla y ver lo que realmente estamos viendo porque nos cuesta imaginar el dolor de Elena, el infierno que lleva viviendo 10 años y que quizá sólo pueda llegar a comprender realmente quien lo ha vivido. Nos cuesta mirar a la pantalla porque vemos a un ser humano desnudo, mostrando su alma sin engaños y sin florituras, tal y como es. Ni siquiera estamos acostumbrados a vernos así delante del espejo, por lo que hacerlo con otro es angustioso, a la par que revelador.
Esperanzadora
Dentro de esa incomodidad que genera en el espectador y que ha sustituido de manera satisfactoria a la angustia que dominaba el corto, también hay un hueco para la esperanza. La obsesión mueve a Elena, está claro, pero también lo hace el amor. El amor que sentía y siente por su hijo, el que siente también por la vida -si no fuera así, no habría decidido seguir caminando-, el que la une a Joseba… Un amor que, aunque no llegue de la manera más bella o pura posible, también se convierte en el motor de todo.
Precisamente en torno a ese amor que va apareciendo entre Jean y ella se construye toda la película. Un amor que para el espectador puede ser incómodo, por lo que nosotros mismos presuponemos o queremos ver, pero que en realidad es inocente y natural. Que surge como lo hace en la vida real, sin ser forzado y sin ser buscado. A través del contacto y del descubrimiento propio y ajeno, a través de la experiencia, a través de la vida. Un amor con el que comienza la historia y con el que termina.
Es esperanzadora porque dentro de la oscuridad en la que se sumió la vida de Elena 10 años atrás también puede aparecer la luz. Cuando menos lo espera, donde menos lo espera y como menos lo espera. Pero aparece. Y si lo hace para ella, que lo perdió todo de la manera más cruel posible, ¿cómo no lo va a hacer para el resto?
Brillante
Hasta ahora os he hablado desde el sentimiento, desde lo que ‘Madre’ ha provocado dentro de mí, que ha sido mucho. Pero el cine es subjetivo, como todo arte, y puede que en otros espectadores genere lo contrario. Ahí no puedo entrar. De lo que sí puedo hablar con total objetividad es de la exquisitez técnica de la película.
En ella, Sorogoyen ha vuelto a demostrar que no sólo gusta del plano secuencia, sino que lo domina y consigue que sus actores también lo hagan. Convierte al espectador en un testigo real, en una mirada indiscreta que se cuela en una auténtica vida, y no en unos ojos que ven una escena demasiado preparada. La naturalidad que se respira en cada plano es sorprendente y logra meter al público en la historia desde su arranque.
La fotografía, como no podía ser de otra manera, también es maravillosa. Gris, como la propia vida de Elena, pero con una luz que se apodera de la película por momentos, como le ocurre a ella. En un escenario inmejorable, como las eternas playas del sur de Francia, los paisajes atrapan, generando una especie de atracción magnética, como si formaran parte de un micro-mundo que atrapa al espectador.
Y, como lo bueno se deja para el final, no me olvido de Marta Nieto. Sublime. Su mirada lo transmite absolutamente todo, y cambia de un instante a otro. ‘Madre’ podría haber sido muda y los espectadores habrían entendido perfectamente lo que la actriz quisiera decir o transmitir en cada momento. Su naturalidad, su entrega total a un personaje roto y desnudo y su fuerza, que llega desde la debilidad de un ser humano perdido y destrozado, son merecedoras de todos los premios de la temporada. Sé que me queda mucho por ver, pero también sé que hacía mucho tiempo que no me topaba con una interpretación tan honesta como la suya.
Veredicto final
‘Madre’ es una película exquisita en lo técnico, en lo narrativo y en lo emocional. Una película para que el espectador se desnude y se quite todas las capas, para que mire la pantalla con honestidad y sin prejuicios, igual que Sorogoyen nos presenta la historia. Una cinta valiente y de las más humanas que he visto en mucho tiempo. Maravillosa dirección. Y, repito, sublime Marta Nieto.
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