The Souvenir
Lo mejor
- Todo lo que hay después de esa "primera película" que nos presenta Hogg
- Honor Swinton Byrne y Tom Burke, distantes, pero cercanos, muy certeros en sus interpretaciones
- La estética, los moviemientos de la cámara, la ausencia de ruido
Lo peor
- Es tan personal, tiene un ritmo tan propio, que dependerá del interés subjetivo que guste o no
Con ‘The Souvenir’ (2019) nos trasladamos de nuevo al marco del Atlàntida Film Fest, cuyas películas pueden disfrutarse también desde el pasado lunes 27 de julio en Filmin. Este último trabajo de la cineasta británica Joanna Hogg es uno de los más aclamados del festival; el pasado año se llevó el Premio del Jurado a Mejor película en Sundance. Y si alguien necesita un nombre importante para lanzarse a la película en cuestión, sabed que está producida por Martin Scorsese.
‘The Souvenir’ es un relato autobiográfico que nos traslada a la Inglaterra de los años ochenta. Allí, en un escenario más bien decadente, creado a partir de la propia mirada de la protagonista, seguimos los pasos de Julie (Honor Swinton Byrne), una joven estudiante de cine. Está decidida a rodar una película en uno de los barrios más empobrecidos de Sunderland, sobre un chico cualquiera obsesionado con su madre y la muerte. Mientras se embarca en este proceso, en una fiesta celebrada junto a sus compañeros, conoce a un hombre mayor que ella: Anthony (Tom Burke), un misterioso trabajador del Ministerio de Relaciones Exteriores. Desde aquí partimos, pero el viaje es mucho más complejo que un romance turbulento; mucho más complejo que un deseo de hacer cine; mucho más complejo que la pérdida de la inocencia de la joven.
Algunas consideraciones generales
Todas sin spoilers.
‘The Souvenir’, con esa estética tan propia de los ochenta, con esas imágenes a medio camino entre lo luminoso y lo oxidado, lo envejecido, lo pasado, envuelve al espectador en un universo de dos horas. Tiene mucho mérito lo que consigue Joanna Hogg, porque nos envuelve poniendo el foco en un único escenario que ocupa buena parte del metraje de la película -el piso de Julie-, y porque ni siquiera apuesta por las virtudes de los protagonistas para querer tenernos atados a ese escenario.
De hecho, es bastante difícil conectar tanto con Julie como con Anthony desde el punto de vista de la empatía, porque son dos personajes que sentimos distantes. Son dos extraños a los que no comprendemos. Pero Hogg, con su cámara, nos sitúa cerca, y es desde la incomprensión empática que genera un interés desde donde construimos el lazo con ellos. No entendemos nada de ellos, ni siquiera -sobre todo Anthony- nos caen bien, pero interesa lo que estamos viendo porque interesa la historia que está ahí y también la que estamos intuyendo. Esa segunda parte tarda un poco en llegar; lo justo para tomarle el pulso a la narración de la cineasta, lo justo para decidir que no necesitamos comprender a esos personajes para querer quedarnos hasta el final.
Y en ese final comprendemos lo ya dicho: que todo era mucho más complejo que decidir si Julie y su paciencia, o Anthony y su egoísmo, nos agradaban o no. ‘The Souvenir’ es una historia cruda que intenta engañarnos poniendo el foco en Sunderland, al principio, en los problemas sociales y políticos, solo para llevarnos de golpe a la tierra y la realidad de que muchas veces no somos capaces de ver lo que tenemos cerca. Y desde luego no siempre somos capaces de solucionarlo.
Joanna Hogg construye en estas dos horas de película algo así como dos películas: la que creemos estar viendo al principio, que no terminamos de entender, y la que poco a poco va saliendo a la luz, que entendemos incluso desde esa incomprensión mencionada.
Todo lo que hay en ‘The Souvenir’
Con algunos spoilers.
Cuando tomo el problema de las adicciones lo hago abarcando varios espectros. Supongo que el problema base de Anthony, el personaje de Tom Burke, es que es un adicto a la heroína. Desde el comienzo de ‘The Souvenir’ intuimos que oculta algo, y que ese algo es oscuro, que no tiene que ver con su trabajo y que está arrastrando a Julie de manera egoísta a su universo personal. Dudamos si la quiere, dudamos si la utiliza, dudamos de todo.
Pero Hogg no ha construido, con este personaje, un monstruo; tampoco el típico hombre herido y atormentado que en el fondo tiene buen corazón. Ese al que queremos proteger y salvar y cuidar, tan típico de películas que no hacen sino romantizar el problema. Aquí no hay nada romántico. Anthony ni siquiera es un tipo carismático, y en muy pocas ocasiones conectamos con esa personalidad enrevesada, pero siempre es muy real. Aquí es donde está el acierto, y por esto queremos quedarnos. Porque da gusto ver historias que se sienten reales, por crudas y desagradables que lleguen a ser. Por incomprensibles que nos parezcan.
Con el personaje de Anthony vemos las mentiras de un adicto, los disfraces que son capaces de llevar, incluso la prepotencia y el orgullo del herido en un conflicto así. Y vuelvo a lo complejo, por esa relación tóxica a la que se entrega Julie, enamorada, inocente, frágil, como él mismo dice.
Julie también es una adicta. En primer lugar, a buscar realidades lejos de la suya, que considera demasiado privilegiada como para prestarle un mínimo de atención. Ni siquiera se lo plantea. Lo rechaza cuando lo escucha. Quiere salir de la burbuja en la que siente que vive. Y su empeño por Sunderland, pienso, le impide ver lo que tiene frente a ella, lo que tiene a su lado.
Y desde la frialdad diré: las posibilidades. Julie quiere ser directora de cine, y quiere contar algo real, pero huye de sus propias experiencias porque no las considera dignas. El caso es que está viviendo una experiencia brutal. Una experiencia que el cine ha querido hacer suya en un centenar de ocasiones. Julie está involucrada en una relación tóxica, con un hombre problemático, mientras intenta crecer y hacerse a sí misma. Mientras le quitan la inocencia, y las ilusiones, y al mismo tiempo aprende.
Y nosotros también aprendemos, supongo que sobre todo quien quiera aprender. Sobre estas relaciones, y sobre estas adicciones, y sobre que las cosas son bastante más complejas que abandonar a esa persona, que darse por vencido, que decidir que no es sano y cortar. Insisto: ‘The Souvenir’ no romantiza, más bien al contrario, pero hace un gran trabajo demostrando que las personas que se ven envueltas en algo así necesitan algo más que palabras tajantes sobre la ruptura y la toxicidad. Simplemente no es tan fácil.
Y aquí desde luego hay una historia. Aquí hay cine, solo que Julie no lo ve.
Pero aquí está Joanna Hogg, claro, porque ella es Julie y ella es la cineasta. ‘The Souvenir’ es una historia suya y personal, pero nos llega con facilidad a pesar de la inicial incomprensión de los personajes. Llega con facilidad porque está muy bien narrada, por la estética, por lo natural de las escenas, por la ausencia de artificios. No es de extrañar que tenga continuidad: este mismo año llegará ‘The Souvenir: Part II’. Aquí estaremos para verla.
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