Esta crítica de ‘Emily en París’ no contiene spoilers.
‘Emily en París’ se estrena este viernes 2 de octubre en Netflix. Ha sido uno de los títulos más repetidos entre los estrenos que se esperan para los próximos meses, por una combinación de varios factores. Para empezar: porque es la nueva serie de Darren Star, creador de la inolvidable ‘Sexo en Nueva York’ y artífice de otros muchos títulos apreciables en esa línea de ficción. Antes de ver las primeras imágenes ya nos interesaba. Cuando las primeras imágenes llegaron, cuando vimos a Lily Collins en ese vestido negro frente a la Torre Eiffel… Ah, qué imagen tan evocadora. Y pensamos, como colectivo, que tal vez esta nueva serie podía ser una serie evocadora y fresca. Una serie protagonizada por una mujer joven que vive aventuras en una ciudad nueva y que tiene cosas que contarnos.
‘Emily en París’ es todo eso, y además me ha parecido una sorpresa en otros aspectos. No esperaba, por ejemplo, reírme de corazón como lo he hecho. Tampoco esperaba que toda la parte profesional de la protagonista fuera a interesarme como lo ha hecho. Ni mucho menos esperaba, en fin, que terminase esta primera temporada enamorada de media Francia. Porque ‘Emily en París’, por supuesto, tiene una estética y una fotografía y una imagen preciosa. Todos y todas son preciosos, así que es un gusto verla y un placer culpable inevitable enamorarse un poquito de los personajes que vas conociendo. Como le sucede a la propia protagonista.
Así es ‘Emily en París’
Emily (Lily Collins) llega a París de un día para otro para ocupar un puesto de trabajo que no iba a ser suyo. Su cometido es ofrecer un punto de vista americano a unos asociados de su empresa, que no terminan de abrazar las nuevas herramientas del marketing y la publicidad. Emily, positiva, vivaz, amigable, se enfrenta así a un grupo de personas que la sienten como una estadounidense invasiva y maleducada. Porque no sabe francés, porque no respeta la manera de hacer las cosas de siempre, porque es ruidosa, viste con muchos colores y mete bastante la pata. Emily se esfuerza por agradar y por hacerse valer, mientras va descubriendo una ciudad de ensueño y también, claro, a sí misma, porque esta es una serie de descubrimientos y nuevos principios.
El primer episodio no me gustó demasiado. Lo sentí una introducción demasiado rápida, con escenas impostadas carentes de ritmo y una protagonista irritante. Me parece otra vida, porque la ficción avanzó y yo fui sintiendo exactamente lo contrario. Que es una historia coherente, que sabe cómo profundizar en ciertos aspectos a pesar de la duración de sus episodios (en torno a 25 minutos), que es contundente con sus ideas y que Emily es mi mejor amiga.
Y que se ve con mucha facilidad. Que si tienes tiempo y oportunidad, te ves la serie del tirón. Fue en el sexto episodio cuando pensé que me apetecía una segunda temporada, consciente ya de que diez capítulos me iban a saber a poco. En el mejor sentido. No en un sentido de insatisfacción, como comentaba hace poco con ‘Memorias de Idhún‘, más bien en un sentido de “esto ha estado bastante bien, dame más”.
‘Emily en París’ es entretenida y divertida, y aborda varios temas en sus diez primeros episodios. Hay una especie de lucha entre mujeres que me produjo una pereza inconmensurable al principio y que no puedo aprobar del todo a estas alturas, pero que también tiene momentos interesantes. Y que, sobre todo, nos deja con dos mujeres protagonistas, que tienen dos personalidades diferentes, dos historias propias, y que por todo esto chocan.
Hay sorpresas, no hay muchos clichés, hay secundarios fantásticos. También hay amistad y apoyo real entre otras dos mujeres, y otras tantas relaciones más complicadas que nunca juzga, porque ese papel se lo deja al espectador. Me parece que hay mucha vida real aquí, en esta serie, porque la protagonista no es perfecta y siempre quiere hacer bien las cosas, pero comete errores, y los sufre. Y comprende que a veces hay que elegir entre lo que está bien y lo que uno quiere, y que no sabe cómo equilibrar esto.
Nos habla de lo difícil que es llegar a un lugar que no es el tuyo, y buscarte un hueco y sentir que no encajas. Habla de lo difícil que lo ponen algunas personas, por los prejuicios primero, por el recelo después, por el miedo incluso. También del esfuerzo y de la bondad, que seguramente sean las dos principales características de la protagonista. Una protagonista moderna que usa las redes sociales y nos habla desde esta era moderna del marketing, del éxito y del trabajo.
‘Emily en París’ pone sobre la mesa otros temas importantes de actualidad (¿sexy o sexista?), y los expone con naturalidad, sin discursos impostados que buscan el aplauso y ajustándose a la realidad que está retratando, donde las cosas no son blancas ni negras, donde no hay villanos sino personas con ideas equivocadas. Y aprendes algo de cultura francesa; no mucho, lo justo para decidir si quieres iniciarte o no. Es, con todo esto, un retrato de una vida diaria de una estadounidense en París en pleno siglo XXI.
¿Te va a gustar?
Puede gustarte, sí, sin duda. Creo que puedes encontrar en ‘Emily en París’ lo ya dicho: una serie entretenida, divertida, que nos invita a pasear por la capital francesa y a vivir una historia de nuevos comienzos, que siempre gustan mucho. Es actual y tiene un ritmo fantástico. Cada capítulo, aunque sigue varias tramas en el tiempo, aborda nuevas situaciones, escenarios y conflictos, así que siempre sientes que estás viendo algo diferente, y que al mismo tiempo estás conociendo cada vez más eso que viste al principio.
Fue en el tercer capítulo cuando pensé que quería ver uno tras otro, en el sexto cuando pedí mentalmente una segunda temporada y en el octavo cuando me reí a carcajadas. ‘Emily en París’ tiene ideas originales, ejecuciones interesantes y la promesa de un buen rato a su lado. Hay moda, claro, y esa elegancia que ha perseguido siempre Darren Star, pero sobre todo hay una persona de carne y hueso contándonos su vida, y pronto sentimos que es muy cercana a la nuestra.
‘Emily en París’ es la mejor versión de lo que prometía ser.
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