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‘El Ministerio del Tiempo’: Alonso de Entrerríos es la evolución

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Días atrás, hablaba de evolución. De cómo todos los personajes de ‘El Ministerio del Tiempo’ y la propia serie han ido creciendo y transformándose con el paso del tiempo. Pero no sería justa si no destacara aquí a Alonso de Entrerríos. Un soldado del siglo XVI, criado en el respeto a unos valores que ahora nos resultan arcaicos y vivido en una sociedad que poco o nada tiene que ver con la nuestra. Un hombre que vio cómo todo su mundo se tambaleaba al ser traicionado por quien él siempre había protegido. Y que acabó, perdido, en un siglo XXI que no sentía como suyo.

En sus primeros pasos como agente de Ministerio, le salvaron su gratitud y su sentido del deber. Aunque no lo ha compartido de manera clara, es evidente que Alonso se siente agradecido para con la institución por haberle salvado la vida. Un agradecimiento que se extiende a Salvador, Irene y Ernesto. La mejor manera que tiene de mostrárselo y de devolverles parte de lo que han hecho por él no es otra que cumplir con su trabajo. Alonso es un agente que se toma muy en serio las misiones, en las que es pasional y valiente y en las que se arriesga sin dudarlo. Incluso cuando esas misiones colisionan con su visión de la historia, de España y, por ejemplo, de la monarquía.

Su adaptación no ha sido sencilla. Y ni siquiera ha terminado. Pero su deconstrucción es uno de los grandes regalos y una de las grandes lecciones de la serie de los hermanos Olivares. A través de la mirada curiosa y viva de Alonso de Entrerríos, hemos roto con tópicos, con valores que nada tienen que ver con la sociedad en la que vivimos y con odios a lo diferente que no hacen otra cosa que retenernos en un oscuro pasado. Juntos, hemos recorrido un camino complejo, a ritmo pausado pero constante, en el que el firme soldado del siglo XVI ha ido convirtiéndose en un hombre abierto y respetuoso del siglo XXI.

La esencia

Alonso de Entrerríos

Hay algo en él que no ha cambiado. Lo señalaba unos párrafos más arriba. Alonso sigue siendo un hombre de honor, un ‘soldado’, aunque ahora de otro tipo. Es alguien en quien confiar para el cumplimiento de cualquier misión. Sólo le hemos visto titubear en algunas ocasiones, por una ausencia de conocimiento del contexto que le nublaba la visión. Pero esos titubeos siempre se han visto sustituidos por la firmeza de su moral. Como soldado, es consciente de que su misión es lo más importante. Como también lo es la historia de España. Por eso obedece, ejecuta y resuelve con una increíble solvencia.

Otra cosa que no ha cambiado es su testarudez. Todos, como espectadores, adoramos a Alonso. Es imposible no hacerlo. Por su gracia natural, su entrega y su ternura, escondida detrás de una fachada también arcaica. Pero hay que reconocer, que es cabezota como sólo podía serlo un hombre del siglo XVI. Cuando ha llegado a una conclusión o cuando cualquier detalle choca con alguno de sus principales valores, es complicado sacarle de la senda que él mismo se ha marcado. Es cierto que, a lo largo de las cuatro temporadas de ‘El Ministerio del Tiempo’, hemos visto cómo siempre termina cediendo. Pero tras un importante trabajo de persuasión por parte de sus compañeros.

Lo que tampoco ha cambiado es su fidelidad. Alonso de Entrerríos es fiel a sí mismo. Fiel a Salvador y al Ministerio. Y es enormemente fiel a sus compañeros. Por ellos se arriesga, también cuando hay una razón en su vida que pesa más que el deber. Y es con ellos con quienes logra alcanzar una de sus mejores versiones. En la que no sólo es el Alonso guerrero y valiente, sino también el Alonso que escucha, que cede cuando tiene que ceder y que siempre está al lado de quien lo necesita.

Un nuevo Alonso

Alonso de Entrerríos
Foto: RTVE

Lo mejor, para el final. Cómo ha cambiado Alonso desde que le conocimos. Y no me refiero a su corte de pelo. En su día, no era capaz de comprender cómo una mujer podía estar al mando. Ni mucho menos sabía cómo debía tratarla. Firme en sus valores arcaicos, tardó un poco en entender lo absurdo de los mismos. Pero, finalmente, no sólo ha terminado mirando a todos como iguales, sino que ha encontrado un refugio en las órdenes de mujeres como Amelia o Lola. Unas mujeres a las que ve como aliadas, como compañeras y no como seres humanos destinados a procrear y educar. Pensando en el nuevo Alonso, en el que se va a La Haya, se me hace imposible creer que en algún momento fuera todo lo contrario.

Con el paso del tiempo y a través del conocimiento, la observación y la empatía, Alonso ha ido deconstruyéndose. Y ha dejado atrás el machismo, entre otros muchos aspectos de su anterior ‘yo’. Para convertirse en una persona tolerante y comprometida con diferentes causas. Inolvidable es ese momento en el que, siendo ya el guardián continuo de su hija, reclama a Salvador la ‘reconciliación familiar’. Si nos remontamos al inicio de la serie, no sólo era impensable que este personaje hiciera uso de un término como ese, sino que también lo era que se quedara en casa cuidado de su hija y encargándose de las labores del hogar mientras su mujer trabajaba.

Así, Alonso de Entrerríos se ha transformado en la personificación del cambio. Se ha convertido en una muestra andante de que todos podemos evolucionar a una mejor versión. Y de que la deconstrucción es posible, siempre que haya voluntad y mente abierta. Con este cambio, nos ha llegado una versión más humana del soldado, que ahora es padre ante todo. Que teme no volver a ver a su hija y que está viviendo la paternidad de manera real, no como ocurría en su época. Su dulzura, su gracia natural y su honestidad se la debemos también a un Nacho Fresneda que parece haber nacido para interpretar a este personaje.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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