El padre es una de esas obras que te conmueven. Ya sea por la esencia de su mensaje o por la originalidad con la que se narra, la dura historia de la pérdida del recuerdo cala no solo en la cabeza, sino también en el alma de todos los espectadores.
El alzhéimer como la decadencia y frustración de la vida del enfermo y de aquellos que se encuentran a su alrededor. El autor francés Floria Zeller nos sumerge en la mente de un confundido anciano que lucha contra los efectos inevitables de esta enfermedad. A través de la experimentación propia del teatro moderno se somete al público a la complicada tarea de unir recuerdos desordenados y en ocasiones incoherentes, desafiando su constante necesidad de racionalizar. El propio autor define esta propuesta como farsa trágica. Farsa por el humor que produce las situaciones a veces surrealistas a las que se enfrenta el enfermo, trágica por la gravedad de la enfermedad y la incapacidad del ser humano de cambiar las devastadoras consecuencias de la misma.
Esta obra se estrenó el pasado 22 de abril en el Teatro Palacio Valdés de Avilés, Asturias. Tras haber realizado una gira por teatros reconocidos como el Principal de Alicante, el Lope de Vega de Sevilla y Romea de Murcia, llega al teatro Bellas Artes, con el objetivo de emocionar, asombrar y sobre todo hacer pensar al público madrileño.
Héctor Alterio es el encargado de dar vida al protagonista de la obra. Con 87 años de edad, este maestro de la escena considera que el teatro es una gimnasia saludable que le mantiene con vida. Procedente de Buenos Aires, es considerado uno de los grandes renovadores del teatro en su país. Actualmente, lleva más de cuarenta años viviendo en España, y ha participado en numerosas películas y series de televisión. Algunos ejemplos son La historia oficial, El hijo de la novia o Amanecer de un sueño. Fue galardonado con el Goya Honorífico en la decimoctava gala de los Premios Goya por la intensidad y el relieve de su carrera como actor.
La coprotagonista de la obra es la hija del anciano, testigo de la evolución de la enfermedad y víctima directa de los efectos que produce. Interpreta este papel Ana Labordeta, actriz turolense dedicada especialmente al mundo del teatro, aunque no sin ello haber participado en proyectos de cine y televisión. Destaca su papel como Carlota en la obra 23 centímetros, además de su trabajo en la serie televisiva Amar en tiempos revueltos como Rosario, la gerente de Morocco. Además de varias nominaciones a los Premios Max como mejor actriz de reparto, fue ganadora a la Mejor actriz de reparto en televisión y Mejor actriz secundaria en televisión que entrega la Unión de Actores.
Les acompañan en escena Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González. Representarán a personajes que pasan a formar parte de los recuerdos confusos e inconexos del protagonista, haciéndonos dudar en ocasiones de si lo que estamos viendo ha ocurrido tal y como se narra o se trata de memorias alteradas y mezcladas entre sí.
Algo hace que el público salga del teatro con la sensación de haber visto un espectáculo único. Quizá sea la unión de la originalidad de la trama con el gran trabajo de experimentación con las luces, el sonido y la escenografía. Encargado de la iluminación se encuentra Toño Camacho, con gran experiencia previa como técnico y responsable de iluminación en numerosos teatros y festivales de nuestro país. Mariano Díaz se ocupa de la composición musical, que es un elemento esencial en la obra, ya que ayuda a crear ese ambiente de suspense y tensión que solo es posible conseguir a partir de la música. Mariano es un reconocido pianista a nivel internacional, especializado en el campo del Jazz.
Finalmente, Francisco Leal es el encargado del proyecto escenográfico. Francisco ha participado con multitud de directores prestigiosos en nuestro país, siendo el escenógrafo e iluminador de referencia del director José Carlos Plaza. La escenografía constituye en esta ocasión un elemento indispensable, ya que a través de ella se narra y se transmite parte de la historia. Somos testigos, a medida que transcurre la acción, de cómo los elementos que aparecen en escena van cambiando y desapareciendo lentamente, sin apenas darnos cuenta; desde el escenario característico de una casa ordinaria, con todos los adornos y muebles propios, hasta una habitación totalmente blanca con tan solo una cama en el centro. Como el propio protagonista llega a decir, la vida del anciano durante el transcurso de la obra se puede explicar con la metáfora de un árbol que lentamente se queda sin hojas. Esto mismo se transmite a través de la desaparición paulatina del decorado.
Como ya ha sido mencionado, el director encargado de llevar esta propuesta a los escenarios es José Carlos Plaza. Este madrileño director teatral formó parte de la fundación del Teatro Experimental Independiente, que tenía como objetivo modernizar el arte dramático con un nuevo enfoque donde cobrara importancia el espíritu de reivindicación social y política. También fue encargado de dirigir el Centro Dramático Nacional durante cinco años. Con gran experiencia profesional, fue galardonado con el Premio Nacional de Teatro en 1982. Esta vez pretende atrapar la atención del espectador con una obra que, tal y como él dice, “muchas veces se acerca al drama, otras muchas a la comedia y la mayoría de las veces a un inquietante thiller al estilo Hitchcock.”
Queda hablar del ya citado director de la obra, el novelista y dramaturgo francés Florian Zeller. Se trata de una de las personalidades más reconocidas en Francia en el ámbito de la literatura. Sus obras han sido en varias ocasiones traducidas a distintos idiomas y sus proyectos teatrales se han representado en varios países. Ese es el caso de esta última creación. Con el título original, Le Père, fue estrenado por primera vez en el teatro parisino Théâtre Hébertot y posteriormente se llevó a escena en Inglaterra, con gran éxito.
En definitiva, El padre es una obra que consigue enfocar el alzhéimer de una manera diferente, con el objetivo de ponernos en el lugar de quien padece la enfermedad. Lleva consigo una importante carga de catarsis emocional tanto para aquellos que nunca hayan tratado con casos a nivel personal como para los que les toca de una manera más directa. Además, esta obra consigue ir un paso más allá y plantearnos cuestiones tan profundas como el origen de nuestra identidad y el importante papel que desempeñan los recuerdos en la construcción de la misma.
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