Cuando comprendí que el nombre de Taika Waititi detrás de un proyecto era sinónimo de Cosa Que Va A Gustarme, me lancé a ver todo eso que reunía su filmografía. Y tuve que ver ‘Lo que hacemos en las sombras’ (2014) dos veces en una semana, porque un visionado no fue suficiente y porque no podía creer lo que había visto; casi esperaba que ese segundo visionado me hiciera ver que estaba equivocada y que era imposible que alguien hubiera grabado un falso documental sobre vampiros que me hubiera gustado tanto y me hubiera hecho reír tanto.
‘Lo que hacemos en las sombras‘, la película de 2014, la dirigieron y la escribieron Taika Waititi y Jemaine Clement, cineasta también neozelandés. Ha sido él quien se ha encargado de adaptar para televisión este falso documental, en forma de episodios de poco más de veinte minutos de duración que cambian de protagonistas, pero mantienen el tono y la magia. Y con la serie me quedo. ‘Lo que hacemos en las sombras’ se estrenó el pasado año con el mismo éxito; hace sólo una semana, HBO España ponía a nuestra disposición la segunda temporada.
‘Lo que hacemos en las sombras’: la serie
La ficción nos traslada a Staten Island, donde un grupo de vampiros convive en una mansión típica de vampiros desde hace siglos. Nandor (Kayvan Novak), Laszlo (Matt Berry) y Nadja (Natasia Demetriou) son nuestros tres típicos vampiros, que se ríen de ‘Crepúsculo’ y de clichés varios, pero también tenemos a Colin Robinson (Mark Proksch), que es un vampiro energético; es decir, se alimenta de los demás robando su energía, no chupando su sangre. Y también junto a ellos Guillermo (Harvey Guillen), el familiar de Nandor, un ser humano corriente que lleva a su servicio una década esperando (y creyendo) que su buen hacer le llevará a que su amo termine convirtiéndole en vampiro. Ellos son nuestros principales, pero conoceremos a un grupo variopinto de personajes a medida que avancen los capítulos. Todos merecen la pena.
La magia de ‘Lo que hacemos en las sombras’ está en que nunca pierde el tono de documental. Te lo crees. Quiero decir: no te lo crees, los vampiros no existen y es una ficción, pero te lo crees. Apostando por un costumbrismo, que en este caso es un costumbrismo vampírico, que cada vez gusta más al público, estos tres vampiros nos cuentan su vida y sus problemas con la naturalidad de quien se encuentra viviendo su vida con sus problemas. Es difícil explicar que dentro de que esto es una ficción sus intérpretes nunca transmiten esa sensación; no hay interpretación cuando comparten impresiones sobre los asuntos con los que tienen que lidiar ese día o cuando lanzan miradas incómodas a cámara cuando algo les avergüenza o les incomoda, o cuando no se soportan los unos a los otros, que sucede con bastante asiduidad. Es un falso documental muy bien hecho.
‘Lo que hacemos en las sombras’ es muy divertida; quizá no tanto de carcajada como de sonrisa tonta. No hay chistes, no hay momentos forzados, no se busca nada de esto; el humor está en la esencia de los mismos personajes, que son los que consiguen que el espectador se ría y sienta que podría estar asistiendo a la presentación de sus idas y venidas durante horas. En lo reales que nos resultan dentro de sus accesos de locura, incluso de violencia; al fin y al cabo, son vampiros. Llevan una vida normal, nos enseñan su lugar de residencia como si yo paso ahora a enseñarle a Clement mi casa, nos hablan de sus costumbres de la misma forma que yo podría hacer ahora un repaso a mi rutina confinada, pero no dejan de ser vampiros, así que hay mucha locura y mucha fantasía, y por tanto mucha magia. Porque esta unión de lo cotidiano, ¡lo cotidiano de una vida vampírica!, con los momentos inusuales que vemos, ¡porque son vampiros!, es un acierto absoluto. Y, por favor: los cameos.
‘Lo que hacemos en las sombras’: los personajes
Nandor es el vampiro correcto, responsable y organizador; es más bien tranquilo y se siente el líder de sus compañeros. Es clásico, de costumbres y principios arraigados, y bastante sentimental dentro de su rigidez. Tiene forma de chiste, con sus expresiones, sus ocurrencias y sus formas al hablar. Laszlo y Nadja, sobre todo esta última, siguen un poco su propio camino; son más despreocupados, más espontáneos, más dados a compartir los detalles de su vida que quiere recoger este no-documental. Siento un fuerte cariño por Nadja, y creo que todavía no ha mirado una sola vez a cámara sin que me haya reído. No sería justo, en cualquier caso, que me plantease escribir un texto así sin ofrecer mi verdad: que Colin Robinson es mi favorito y que siempre lo será, en parte porque Mark Proksch, el actor que le da vida, ha adoptado un gesto maravilloso cada vez que consigue chupar la energía de las personas. No puedo creer la eficaz forma de relacionar a ese tipo de persona que no se cansa de hablar, que agota en sus razonamientos y exposiciones a los demás, con una forma vampírica; esto es Colin Robinson. Habla en bucle de bastoncillos para las orejas y saca punta a sus lápices en bucle, y te agota. Y ese gesto.
La figura de Guillermo nos coloca entre los vampiros; nos demuestra cómo podríamos estar viviendo entre ellos, tolerando sus locuras porque, en fin, qué íbamos a hacer, pero arrugando la frente ante éstas con cierto disimulo porque, en fin, son vampiros y pueden matarnos. La ficción coloca las guerras y las diferencias en un segundo plano, pero siempre están presentes y dedica espacio, incluso, a los hombres lobo, que también hay. Es que es un acierto tras otro.
‘Lo que hacemos en las sombras’, en conclusión
Y aunque la ficción tiene un cierto punto de partida desde el que arranca y a partir del cual pasan cosas, no necesita de ningún acontecimiento puntual para existir. Porque la magia de ‘Lo que hacemos en las sombras’ está en que han sabido crear unos personajes con muchísima personalidad que nos hablan de su vida vampírica con una gracia particular y una naturalidad que funciona muy bien para que nos creamos todo, ¡porque estamos viendo un documental! Estamos conociendo sus vidas, nada más. Y ya que siempre hemos sido, pillines, muy dados a interesarnos por el costumbrismo de nuestros vecinos, imaginaos el interés cuando esos vecinos son vampiros.
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