Siento algo parecido a devoción por la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo, por la propia escritora y por la historia que fue capaz de crear a partir de un suceso real, trágico e inhumano. Estos libros tienen esa clase de magia que te permite volver a creer en cualquier cosa, como hacías cuando eras niño y te internabas en bosques o pueblos con tantas posibilidades como los que se presentan como escenario en las páginas de esta trilogía. Y tiene un misterio que perseguir, que se abre y se abre y se abre y da luz a muchos otros pequeños misterios, hasta que entiendes que el principal estaba ahí desde el principio, dando a luz. Tiene también unos personajes que conocer y querer, al menos que comprender, y una red de relaciones entre ellos conmovedora y auténtica.
Pero si tuviera que quedarme con algo de lo anterior para explicar mi devoción me decantaría por la magia, por las posibilidades, por las facilidades que da al lector para que crea que todo es posible, incluso que el Basajaun está ahí fuera para enseñarnos el camino cuando nos perdemos. Esta magia es relativamente sencilla de crear a través de un texto, al menos si eres tan buena escritora como lo es Dolores, pues las palabras permiten que vuele la imaginación y la persona responsable de dar vida a la historia sabe que cuenta con la intención y la capacidad del lector para ello. Cuando se traslada a un plano audiovisual no es tan sencillo: la imaginación del receptor ya no sirve de nada, porque ya no tiene que imaginar, tiene que creerse lo que está viendo. ¿Cómo cuentas visualmente una historia que tiene cosas tan intangibles, tan invisibles, tan mágicas?
Por eso tiene tanto mérito lo que sigue logrando el equipo encargado de llevar esta Trilogía del Baztán a la gran pantalla. Este 5 de diciembre se estrena ‘Legado en los huesos’, el segundo volumen, quizá el más oscuro. Así que además de la magia propia del Baztán se necesitaba un clima más bien oscuro, emociones a flor de piel, y sufrimiento. Sufrí mucho leyendo el libro, lo he recordado en esta nueva lectura, justo antes de ir a por la película. Sufrí por Amaia y por lo que la historia iba desvelando.
Y fui a por la película con ganas, con el correcto precedente que era ‘El guardián invisible’ y con esperanza de que mantuvieran lo que considero fundamental a la hora de adaptar un libro, de lo que hablaré más adelante. Vi la película. Y pedí verla una segunda vez, entusiasmada. ‘Legado en los huesos’, además de ser una buena película que logra todo lo que se propone con una Marta Etura fantástica, es una adaptación cinematográfica a la que no puedes ponerle pega alguna. Es casi un sueño para todos los que hemos recorrido el valle del Baztán y su historia al lado de uno de los mejores personajes literarios de los últimos años de la literatura española.
Amaia es la pieza central de este gran puzzle. Si se perdía algo en ella, podía fallarse de manera estrepitosa. Al contrario, da la sensación de que los responsables de la película han conocido a Amaia mucho mejor a medida que han ido trabajando con ella, alrededor de ella; han sabido qué se necesita mostrar para que no se pierda la personalidad tan definida que encontramos entre las páginas de los libros, han sabido cómo dar vida a sus fantasmas (Susi Sánchez, eres la mejor) y han sabido encontrar dentro de la historia el peso justo para que se alce como protagonista absoluta sin que por ello pierdan interés el resto de los personajes. Y tenemos a Marta Etura poniéndose de nuevo en su piel, diría que sintiendo su piel. No sé si es el personaje del que más cerca se ha sentido alguna vez, pero viendo ‘Legado en los huesos’ todo invita a pensar que por un momento fueron una. Si un día me preocupó este asunto, lo he olvidado. Marta Etura es Amaia Salazar.
Teniendo esto ganado, solo quedaba eso que considero fundamental a la hora de adaptar un libro. Digo “solo”, porque no es más que una cosa, aunque entiendo que es compleja. Hablo, claro, de entender cuál es la esencia de la historia que se narra. ¿Qué hay entre esas páginas? ¿De qué nos hablan los narradores, los personajes, de qué hablan entre ellos? ¿Qué palpita bajo sus actos? ¿Qué es, en realidad, lo que quería contar la escritora? Una buena adaptación cinematográfica no pasa por hacer un copia y pega de diálogos, ni siquiera de escenas: pasa por capturar la esencia del libro y hacer una película a partir de ahí. No importa si por el camino se pierden cosas que entorpecerían la narración cinematográfica, no importa si hay pequeñas historias en las que no se puede poner el foco, creo que cualquiera entendería que ese minúsculo aunque interesante personaje desapareciera si lo que importa de verdad, si lo que hace palpitar las páginas, está ahí, ahora en imágenes. Y ‘Legado en los huesos’, la película, tiene la esencia del libro. Creo que tanto Fernando González Molina, el director, como Luis Berdejo, el responsable de guion, sabían bien cuál era la historia de esta Trilogía del Baztán. Hacen un muy buen trabajo. Han conseguido que no necesite recurrir a la imaginación, y hacen muy fácil que me crea lo que estoy viendo.
Además, saben desechar de forma inteligente elementos que podrían distraernos de lo esencial y que en las páginas sí funciona porque tanto la atención del receptor como el desarrollo y la asimilación de los acontecimientos es diferente en un libro; mucho más lenta, más pausada. Puedes parar, pensar y seguir. En un cine no puedes hacer esto, mucho menos cuando tienes una historia en la que pasan tantas cosas. No hay cabida para todo, y no pasa nada, está bien así.
Por si hubiera alguna duda, algunos de los conflictos que no tenemos: no sabremos de la familia de Amaia por parte de madre; no volvemos a saber de Freddy, que sigue influyendo en la vida de Rosaura (Patricia López Arnaiz), al menos al principio; aunque la distancia con James (Benn Northover) está presente en la película, no queda tan patente la relación que empieza a formarse entre Amaia y Markina (Leonardo Sbaraglia), ni tampoco esa distancia es tan cortante como lo es en el libro; no veremos todos los problemas de Montes (Francesc Orella), que está al lado de Amaia como un compañero más; tampoco tendremos aquella primera conversación entre Flora (Elvira Mínguez) y Amaia en la que hablan de Anne Arbizu, aunque sí nos dejan ver un pequeño detalle de Flora que llevará al espectador que no se ha leído los libros a preguntarse qué ocurrió entre ellas.
Algunas escenas se cambian ligeramente favoreciendo la acción, porque ‘Legado en los huesos’ no deja de ser un thriller y tal vez necesite serlo aún más en pantalla; por eso, la escena en el hospital, por ejemplo, tiene más acción en pantalla que en los libros. En fin: la mayoría son pequeños elementos que enriquecen un libro, pero que entorpecerían la intención de la película, por eso no se echan de menos. En este sentido, solo he lamentado perder algo: la forma en la que Amaia decide el nombre de su hijo, si es que lo decide ella.
Por lo demás, lo tenemos todo. Tenemos al mejor Jonan (Carlos Librado), tenemos al mejor Padre Sarasola (Imanol Arias), tenemos a la mejor tía Engrasi (Itziar Aizpuru). Tenemos a Amaia con Marta Etura en estado de gracia, tenemos sus conflictos personales, pasados y presentes, tenemos las relaciones que influyen en su rutina y su trabajo. Tenemos el misterio, el thriller, las preguntas y algunas respuestas. Tenemos unos últimos minutos repletos de tensión en los que pasamos de apretar los puños a derramar lágrimas. Tenemos la esencia de ‘Legado en los huesos’. Tenemos la esencia del Baztán. Tenemos una gran adaptación, y una muy buena segunda película.
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