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‘Cinderella Man’ y el poder de la esperanza

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En ‘Cadena perpetua’, Ellis Redding dice eso de que “la esperanza puede volver loco a un hombre”. Y no le falta razón. Si nos aferramos demasiado a ese sentimiento y confiamos al 200% en él, si creamos una burbuja en la que todo depende del destino, podemos llegar a enloquecer. Pero también podemos hacerlo por la ausencia de esperanza. Vaya si podemos. Es este sentimiento el que empuja a los enfermos a luchar por su vida, a las personas que se encuentran perdidas a continuar buscando lo que necesitan, a quienes son rechazados a intentarlo una y otra vez. Es lo que nos hace seguir adelante cuando la lógica nos dice que paremos, tal y como vemos en ‘Cinderella Man’

El largometraje dirigido por Ron Howard y basado en la vida de James J. Braddock se estrenó hace ya casi 15 años, en verano de 2005, cuando prácticamente nadie imaginaba que nos acercábamos a otra gran crisis económica. Y ahora, con una pandemia paralizando a gran parte del planeta y volviendo a amenazar a la economía mundial, parece un buen momento para recuperarla. No sólo porque sus dos horas y veinte minutos de duración puedan arreglarnos una tarde de cuarentena, sino porque lo que nos cuenta la película, lo que busca transmitir, conecta de manera directa con lo que estamos viviendo en directo. Pese a la distancia que nos separa de los años 30 y de Nueva Jersey, la esencia de la historia de Jame J. Braddock puede convertirse en una tabla de salvación para muchos. 

Porque más allá de la perfecta representación de las consecuencias que tuvo el conocido como Crack del 29, ‘Cinderella Man’ es una muestra más del poder de la esperanza y de la importancia de tener héroes en los momentos más oscuros. Una cinta que también nos habla de la fuerza que surge de las uniones y de todo lo que se puede lograr cuando se lucha y cuando cuentas con hombros en los que apoyarte. Y esto nos suena bastante, ¿verdad?

Detrás del nombre, detrás de la historia

En este caso, James J. Braddock es un boxeador que lo pierde todo con la caída de la Bolsa y que debe dejar a un lado su carrera y su sueño para poder alimentar a su familia. Un hombre que lo pierde (casi) todo y que se mancha las manos hasta límites que jamás habría imaginado para poder mantener vivos a sus hijos en el frío invierno de Jersey. Pero en realidad su nombre, su rostro y su historia concreta no importan. Da igual que sea boxeador, periodista, atleta o cantante. Yendo a la base, a lo que realmente conecta con nosotros, nos encontramos esa superación que tantas veces mencionamos, pero que no todos conocemos. Esa lucha constante capaz de generar la unión de personas que nunca antes habían estado unidas. Todo a través de un sentimiento: la esperanza

Cinderella Man

James B. Braddock, que en su día fue un ídolo para los amantes del boxeo y un don nadie o un loco para los detractores de ese deporte, se convierte en un héroe cuando le da la vuelta a la tortilla y logra salir de la penuria en la que se había visto sumergido. Una figura que grita a los cuatro vientos que todo es posible y un espejo en el que todo el mundo quiere mirarse. Ese héroe que nos invita a seguir peleando, incluso cuando en lo más hondo de nuestra alma sabemos que no va a ser posible. Pero… ¿Y si?

En ‘Cinderella Man’ tenemos la muestra de lo poderoso que es ese ¿y si? De todo lo bueno que puede generar la esperanza y el heroísmo. Algo que también estamos observando estos días en las calles vacías y los balcones llenos y cargados de aplausos. Ahora son miles de héroes anónimos los que nos hacen creer que podemos salir del pozo, que todo quedará en un mal sueño del que habremos aprendido. También cuando parece que no hay luz al final del túnel. 

Una buena película

Además de ser un magnífico retrato de una época y un perfecto reflejo del poder de la esperanza, esta es una buena película. Puede que para algunos tire demasiado del sentimiento y de esa intención de generar alguna que otra lágrima en espectador, pero para mí la balanza está perfectamente equilibrada. Como también lo está la interpretación de un brillante Russell Crowe, que tenía muy fácil eso de pasarse de la raya, pero que se mueve con comodidad por esa línea invisible que separa lo sublime de lo excesivo. En sus ojos encuentro la rabia y el dolor, la esperanza, la ilusión y el amor. Y son precisamente sus ojos los que primero me conectan con una historia que ahora siento más cercana que nunca. 

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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