El diablo a todas horas
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'El diablo a todas horas'

Lo Mejor
  • Interpretaciones, con mención especial a Tom Holland y Robert Pattinson
  • Ambiente sórdido
  • Visionado cómodo, pese a su oscuridad
Lo Peor
  • Se echa en falta una mayor profundización en los personajes

Esta crítica no contiene spoilers de ‘El diablo a todas horas’.

No tengo claro si Donald Roy Pollock pretendía algo más allá de contar una historia compuesta por otras tantas cuando escribió ‘El diablo a todas horas’. Pero después de ver la adaptación cinematográfica de Antonio Campos, creo que esa es precisamente la intención de la película. Y considero que es básico que cualquier potencial espectador sepa esto antes de embarcarse en el visionado. En ningún momento he sentido esta cinta como una cinta pretenciosa, que buscara impactar de manera brutal en los espectadores o realizar un psicoanálisis sólo al alcance de algunos. Por el contrario, de principio a fin, he encontrado en ella la narración de una vida, que se va cruzando con otras, y en la que el mal siempre está presente.

‘El diablo a todas horas’ sigue, a través de una narración en off, la vida de Arvin Russell (Tom Holland). Desde sus orígenes hasta su madurez, pasando por una infancia que tiene un importante impacto en él y en su desarrollo. La violencia que observó y que absorbió de su padre sigue latente en él y determina, en cierta manera, sus decisiones y sus acciones. Como ocurre con las acciones y las decisiones de las diferentes personas que se cruzan con él, desde antes de su nacimiento hasta, de nuevo, su madurez. Así, la película nos presenta una interesante combinación de fe y violencia que no hace otra cosa que mostrarnos el omnipresente papel del mal. Que encuentra en la ignorancia y en la ceguera sus mayores aliadas.

El recurso de la narración en off permite al espectador mantener una posición de falsa objetividad. Como un verdadero mirón que se cuela en un relato concreto y que, desde la distancia, empatiza con unos y juzga a otros. Y el ambiente sórdido y decadente en el que se desarrollan todas las tramas invita a pensar en que, realmente, el mal reside ahí. Entre casas humildes y carreteras embarradas. O en una iglesia aparentemente segura, pero tan fría como el corazón de un hombre sin alma. Quizá también en los jóvenes que no tienen más futuro que alistarse en el ejército y apuntarse a una guerra en la que no creen. Es la construcción de este entorno gris y marrón la que comienza a inundar al espectador con la desesperanza que se respira en cada fotograma de la película.

Magnífico reparto, pero poco personaje


El diablo a todas horas
Foto: Glen Wilson/Netflix © 2020

Con ‘El diablo a todas horas’ no cabe duda. Lo mejor, muy por encima de cualquier otro aspecto de la película, son las interpretaciones de su reparto. En el que los actores con papeles algo más pequeños, como Bill Skarsgård o Sebastian Stan, se lucen en sus escenas. Y en el que Tom Holland y Robert Pattinson ofrecen una clase magistral de interpretación.

Para el primero, es la confirmación definitiva que, en realidad, no debería ser necesaria. Un trabajo cargado de sensibilidad y de fuerza en el que observamos un importante salto de madurez en el actor. Y que ejerce como declaración de intenciones: está más que preparado para roles protagonistas en cualquier tipo de género. Algo que ya sabemos cuando hablamos de Robert Pattinson. Parece que el menosprecio al talento del británico ha quedado olvidado, ya iba siendo hora de que así fuera. Y la llegada de papeles retadores ha ayudado mucho. Aquí, le vemos intenso, le sentimos despreciable y disfrutamos de su completa transformación, en la que es complicado hasta encontrar su propia voz.

Para que la combinación hubiera sido redonda, habríamos necesitado unos personajes bien construidos y desarrollados. En algunos casos, como en el del personaje de Holland o en el de Eliza Scanlen, sí encontramos una evolución y unos cimientos medianamente plantados. Pero, al unir tantas historias, tantas motivaciones y tantos caminos, una parte se distorsiona. Y empaña en cierta manera el resultado final, que podría haber sido sublime, y se queda en un notable raspado.

Oscura, pero magnética


El diablo a todas horas
Foto: Glen Wilson/Netflix © 2020

Si bien es cierto que falta, en algunos casos, un buen retrato de las motivaciones y de los demonios internos de algunos personajes, el mal está bien representado. No sólo de forma gráfica, a través de la violencia explícita, sino también a un nivel más reflexivo y espiritual. Durante el camino que recorremos, como espectadores, somos testigos de eso que ya se nos anuncia en el propio título. El diablo, el mal o como queramos llamar a esa parte oscura de nuestro ser, siempre está acechando. Dentro de nosotros y en nuestro entorno. En los rostros más amables y en los lugares aparentemente más seguros. Con distintas apariencias y distintas formas. Y esto es algo que aparece bien reflejado en ‘El diablo a todas horas’ prácticamente desde sus primeras secuencias.

Por momentos, quizá sea demasiado sórdida. Demasiado oscura. Pero su visionado, pese a su larga duración (más de dos horas y cuarto), es cómodo y en cierto modo adictivo. Probablemente no encuentres una gran tensión ni una intriga inaguantable. Yo no lo he hecho. Pero tampoco lo he echado de menos. Los 138 minutos de metraje, algo menos si nos olvidamos de los créditos finales, han pasado ante mí como un suspiro. Porque, acunada por esa voz en off que ejerce de hilo conductor, me he colado en la decadente Estados Unidos de los años 50 y los años 60. Y, entre una crítica directa al adoctrinamiento religioso y una muestra aún más clara del poder de la ignorancia, he disfrutado de una historia de la que, en teoría, no debería disfrutar. De nuevo, ahí está el mal.

‘El diablo a todas horas’ se estrena en Netflix este 16 de septiembre.



Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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