El practicante
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6.4

'El practicante'

Lo Mejor
  • El trabajo de Mario Casas
  • Buen ritmo, visionado adictivo
  • Buen reflejo de la perversión
Lo Peor
  • Falta construcción y desarrollo de personajes

Esta crítica no contiene spoilers de ‘El practicante’.

¿Por qué la perversión, desde una distancia prudencial, nos resulta tan magnética? A todos. Sin excepción. También a aquellos que aseguran no ser presas del morbo, en un extraño intento de engañarse a sí mismos. ‘El practicante’, película dirigida por Carles Torras, es una muestra de ello. Desde el comienzo del visionado, sabemos que Ángel, su protagonista, tiene comportamientos extraños, a veces inquietantes. Y somos conscientes de que se van a ver agudizados y de que vamos a asistir a una especie de decadencia acelerada y a un alarde de horror. Pero no dejamos de mirar a la pantalla y, en secreto, disfrutamos de alguno de los giros que habitan en la trama. Porque la perversión, aunque nos horrorice, resulta adictiva si se mira desde la distancia.

En ‘El practicante’ es tan protagonista como el propio Ángel, a quien da vida un más que acertado Mario Casas. Este joven trabaja como técnico de emergencias sanitarias en una ambulancia y vive con su novia Vane (Déborah François), con la que está intentando tener un hijo. Su vida es aparentemente corriente, casi anodina, aunque dentro de él se esconden diferentes obsesiones que se agudizan tras un evento traumático. Estando de servicio, su ambulancia tiene un accidente y queda postrado en silla de ruedas. A partir de ese momento, su vida en pareja comienza a desmoronarse hasta el punto de llegar a convertir la vida de Vane en un infierno.

La película nos presenta este camino con acierto, apostando por un ritmo bastante vivo que logra que el visionado sea cómodo y se sienta rápido. Y también acierta en la construcción y el desarrollo de la escalada de tensión, principal culpable del magnetismo de la historia, junto a esa perversión de la que hablaba. Podría haber sido redonda, atendiendo también a la notable interpretación de un Mario Casas al que los retos le sientan genial. Pero falta algo que, imagino, los espectadores notarán en seguida. Una guinda del pastel que, en realidad, deberían ser los cimientos.

¿Quién hay ahí?


El practicante
Foto: Netflix

Antes de continuar, quiero recalcar que, a título personal, ‘El practicante’ me ha gustado. He encontrado en él un visionado sencillo, aterrador y adictivo a partes iguales y un buen trabajo interpretativo y a nivel técnico. Pero me ha faltado un mayor desarrollo de los personajes. Sabemos que Ángel es un hombre obsesivo, celoso y seguro de sí mismo, pero no conocemos el origen de esas obsesiones o el camino que ha recorrido hasta llegar al punto en el que le encontramos. Y también sabemos que Vane es amable, dulce y generosa, además de responsable. Pero no llegamos a conocer nada más de ella, de su pasado o de sus motivaciones.

Probablemente, de haber tenido un mayor desarrollo de los personajes y unos cimientos más estables, el análisis y el reflejo de esa perversión habría sido mucho más complejo. Y el viaje del espectador, más satisfactorio. No por el puro gusto de conocer más, sino por la necesidad de comprender qué lleva a un ser humano a ese punto de oscuridad en el que se mueve Ángel. Está claro que su accidente de tráfico tiene mucho que ver. Pero antes de él, la oscuridad ya residía en su interior. Ya se movía por motivaciones de dudosa legitimidad, ya tenía comportamientos extraños, fuera de lo común y también de lo moralmente correcto. Nos falta la respuesta a ese ‘por qué’, para redondear de manera definitiva el thriller.

Notable Mario Casas


El practicante
Foto: Netflix

No tenía ninguna duda de que Mario Casas ofrecería en ‘El practicante’ un trabajo más que convincente. En primer lugar, porque lleva mostrándonos un nivel notable desde hace bastante tiempo. Y, en segundo lugar, porque los retos han acabado siendo sus mejores aliados. No era fácil meterse en la piel de este Ángel despreciable, que genera repudio prácticamente desde el momento en el que le conocemos. Inundado de una oscuridad que se tiene que vislumbrar, pero que tiene que estar maquillada con cierto aire corriente. Y más tarde comido por su propia maldad, por su ansia de control y de poder, que tan fácilmente encontramos en los ojos del intérprete.

Tampoco era fácil, por supuesto, convertirse en Ángel a nivel físico. Y Mario Casas lo consigue desde el mismo momento en el que se sienta por primera vez en la silla de ruedas. Se transforma en el personaje e inhala todos sus demonios, hasta el punto de provocar rechazo en quien está mirando. Pero uno de esos rechazos que nos obliga a abrir los dedos de nuestra mano y mirar entre ellos. Por la rendija de la vergüenza, esa que nos permite mirar al horror de frente, sintiéndonos protegidos.

La transformación de Mario Casas en Ángel es capaz de sostener todo en ‘El practicante’, aunque la película se sostenga por sí misma. Y ha logrado que, por momentos, me olvide de eso que me faltaba.

‘El practicante’ se estrena en Netflix este miércoles 16 de septiembre.



Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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