Cuánto hemos ganado en esta cuarta temporada. Lo importante que es que lleguen otros personajes que nos den diferentes puntos de vista. Diferentes formas de vivir, de sentir e incluso de sufrir. Cuánto se gana y que poco se pierde. Por eso era tan esencial que una serie necesaria como ‘#Luimelia’ contase con esa media hora de narración. Porque para crear universos, consecuencias y aprendizajes siempre se requiere de un poco más de tiempo. Y que bien aprovechado está dicho tiempo en estos capítulos.
Luisita y Amelia han crecido tanto que da un enorme gusto disfrutar de ellas. De todo el bagaje que muestran en cada conversación o gran o pequeña decisión. Con una madurez exquisita, van caminando e incluso guiando a quien tienen a su alrededor. A veces con conversaciones directas y, otras tantas, con vertiginosas sutilezas. Y es que estas últimas, como espectadores, entran de forma mucho más consistente a nuestro propio Universo. Porque entendemos de qué va el amor. Cómo hay que construirlo y cómo hay que mimarlo. De qué forma podemos hacer un pack de dos sin que la dependencia campe a sus anchas. Y lo generoso que es que aceptes las imperfecciones de tu pareja como si fuesen las mayores perfecciones. Porque el equilibrio consiste en ser, dejando ser. En ceder y ceder.
Luisita y Amelia ceden la una por la otra. Van marcando sus tiempos y sus pasos. Comprenden el sueño de su compañera de vida y abren esa puerta o esperan abrirla en algún momento. Y no echan en cara nada, porque entonces no habría amor de por medio. El apoyo que Amelia tiene en Luisita es de esos que hay que dejar bien apuntados. El apoyo y el espacio. Ese silencio necesario hasta que recibes una llamada para dar aliento. Que importante es. Que importante es esperar y que impacientes somos en la mayoría de los casos. Pero Luisita no. Luisita espera ahí, en silencio, abraza cuando es preciso y sigue ahí. Y no reprocha, ni satura. Ni fuerza.
Aunque me repita, que importante es mostrar un amor así. Fundamental alejarnos de la toxicidad y mostrar claramente que el amor es generosidad. Entrega sin esperar nada a cambio. Ser hogar. Y en esta capítulo observamos a dos parejas. Una que si se alinea con el Universo y otra que no. Y en ambas la clave de todo es el respeto. Respeto a esa persona que quieres o has querido. El entendimiento como eje del presente.
Alba y Laia, un amor que cierra una etapa
Alba (Ondina Maldonado) y Laia (Claudia Traisac) llegan a este cuarto capítulo para mostrarnos que hay historias que tienen punto final. Y que no pasa nada aunque a veces cueste tomar una decisión. No tanto por la costumbre adquirida y mucho más por ese pensamiento invasor que siempre deja la duda y ese ‘Y si…’. Cuando ese ‘Y si…’ nunca da certezas y muchas veces nos ayuda a cometer errores.
El Universo se alinea para colocarnos delante de aquellas personas que nos van a enseñar algo. Ya sea bueno o malo. A veces lo hace por un tiempo indefinido y otras veces con fecha de caducidad. En ambos casos, hay un aprendizaje que nos ayuda a seguir dando pasos adelante. Es clave entender en qué momento hay que decir ‘adiós’ para no dañar ni hacernos daño. Clave porque el ‘adiós’ siempre deja un vacío interno para el cual no siempre tenemos tiempo ni ganas y si lo retenemos más de la cuenta, podemos dejar una herida profunda.
Ondina Maldonado y Claudia Traisac nos dan aire fresco, honesto y directo. Dos actrices que caminan, a lo largo de los minutos, con una solvencia maravillosa y engañan a nuestra mente como si hubiesen estado ahí, contando su historia, desde siempre.
María y no volver a atrás
María y Nacho no supieron entenderse. Quizá más Nacho que María. Tal vez Nacho debió ceder ese espacio sin querer llenarlo al momento. Pero como bien señala el Universo, si ha de pasar, pasará.
Ahora navegamos entre las dudas de Nacho y la tristeza que tiene María. Que a ratos nos indica que se siente culpable y hay miradas que señalan esa necesidad de haber sido comprendida en su momento. Con una clara perdedora, Marina. Sin obviar la comicidad que encontramos dentro de esa relación que se está generando entre el propio Nacho y ‘el okupa’. Una de esas amistades inesperadas pero con todo el sentido.
Hay historias que perduran. Otras tantas que terminan. Y también las hay de las que van por etapas. María y Nacho son de estas últimas. De las que están hechos el uno para el otro, pero en un sendero con dos bifurcaciones, deciden probar suerte con diferentes decisiones. Dos nuevos caminos que les llevará hasta un nuevo punto de partida juntos, con una mochila enorme de lecciones que deberán tatuarse. Ya no solo por el dolor generado el uno al otro, sino por el dolor generado a terceras personas.
En esta cuarta temporada Luisita y Amelia son el eje de aquello que está bien. La base donde se sustentan personajes como María, Marina o Nacho.
Además de Alba y Laia. Y eso hace mucho más grande a ‘#Luimelia’.
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