A veces la vida golpea tan fuerte que te deja sin aliento. Así lo hemos podido ver en este sexto capítulo de la cuarta temporada de ‘#Luimelia’. 30 nuevos minutos que nos han lanzado hacia una montaña rusa de consecuencias inesperadas. Y dolores que rasgan. Luisita y Amelia siguen caminando por el caos con predisposición diferente. Ambas ahogándose lentamente, pero la primera no encuentra ni un halo de luz hacia el frente y la segunda necesita dar pasos con ciertos aires de esperanza y el deseo de que todo pasará. Porque pasa. Tarde o temprano, como ya lo hemos comentado en otros momentos, todo pasa. Termina el ciclo. Se comienza de nuevo. A veces con un poco más de dolor y otras tantas con algo más de paz. Aunque, por supuesto, a lo largo del camino está permitido bajar los brazos cuantas veces sean necesarias.
Luisita baja los brazos en este capítulo. Lo vamos viendo progresivamente. Sabemos que estallará en cualquier momento. Porque es consciente de que está bajando a los infiernos, pero no quiere llevarse a Amelia con ella. No en esta ocasión. Quiere sacrificarse, aunque ya no sabe hasta cuándo podrá hacerlo. Está perdida y asustada. Y se mantiene en silencio porque no quiere mover aquello que no sabe cómo recomponer si se termina rompiendo. Y después, Amelia. Que se mantiene expectante hasta que pronuncia el cansancio que cuesta reconocer. Un reconocimiento que abre la puerta del caos y de la realidad. Porque identifica su dolor, pero también el dolor de la persona que ama. Y el miedo lo tapa todo. E incluso ese silencio que se percibe a lo largo de toda esa última escena. El mismo silencio que está diciendo mucho más que las propias palabras. El que escuece por dentro.
El sacrificio
Nadie debería sentir que se está sacrificando por nadie. Porque el peso que eso va generando puede demoler cualquier cimiento. Creo fervientemente que Luisita toma la decisión que cree la más oportuna dentro de las circunstancias que tienen. Y creo que en ningún momento se trata de un ‘sacrificio’ como tal sino una toma de decisión sencilla dentro de todo el huracán que se cierne alrededor de ellas. El único problema aquí es el tiempo. El paso del tiempo que no ayuda a ver un mejor horizonte. Y entonces cualquier decisión tomada se cuestiona. Y cuando todo estalla ponemos palabras, pronunciamos ‘sacrificio’, cuando ni se siente.
Por supuesto, quien pierde siempre será quien es más cercano a ti. En este caso, Amelia. Porque a quien más queremos es a quien más peso lanzamos cuando nos sentimos culpables por las decisiones tomadas.
El adiós
Todo puede ir a peor. La vida siempre lo demuestra. El caos puede incrementarse en un solo minuto más. Para ponerte de frente al ‘adiós’. Al inesperado. Al que duele de forma profunda y rotunda. Y por el que queremos pasar cuanto más tarde mejor.
A Amelia todo se le nubla. Porque su pareja vive en una tormenta de la cual no puede salir, la culpabilidad se cierne sobre ella, la boda es un nuevo conflicto que no debería ser y llega una llamada que lo cambiará todo. Su padre. La pérdida. El nudo en el estómago junto a la sensación de estar flotando dentro de una realidad que no es la tuya.
A Amelia se le escapa, de entre las manos, lo que de verdad le importa. En escasos segundos. Se llena de vulnerabilidad. Y cualquier buena noticia carece de sentido. Porque lo único que en esos momentos puede salvarla es encontrar un puerto seguro entre los brazos de Luisita. Aunque el duelo es un camino extremadamente complejo…un camino de muchos silencios y una dura necesidad de soledad. Negación. Ira. Negociación. Depresión. Aceptación.
Hay un tipo de tristeza que no te hace llorar. Es cómo una pena que te vacía por dentro y te deja pensando en todo y en nada a la vez, cómo si ya no fueras tú, cómo si te hubieran robado una parte del alma.
Fuente: @escritos (Instagram)
La solución
Fran me parece simbólico en un capítulo que deja muchas preguntas en el aire. La persona que te enseña que esa luz que aun no ves frente a ti, puede aparecer es un solo pestañeo rápido. Que quizá nada era tan complicado y que estábamos bailando entre las sombras por no parar un segundo a serenar la mente. Descansar y seguir caminando.
En muchos momentos de la vida, la respuesta llega de la mano de alguien que no vive tu día a día. Porque no está metido en el fango. O, al menos, en tu fango. Y todo cobra otro sentido.
Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente.
Rabindranath Tagore
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