Era clave y era fundamental, en el cierre, volver al punto de partida. Como homenaje a quienes siempre estuvieron apoyando una hermosa historia de amor y a esas mismas protagonistas. Como esos guiños finales para no olvidar que todo camino siempre tiene un largo recorrido. Y que hayan las dificultades que hayan, todo, termina pasando. ‘#Luimelia’ siempre ha tenido ese mensaje como prioritario. Tanto en el 77 como en la actualidad. Y quizá esa sea una de sus mayores claves. El equilibrio perfecto entre las dificultades y la esperanza. El equilibrio entre la realidad y no bajar los brazos.
Un octavo capítulo que es básicamente un homenaje a todos. A quienes están en su casa y a quienes lo hicieron técnica y personalmente posible. Luisita y Amelia cierran el ciclo que las trajo hasta aquí. Y como no podía ser de otra manera, algún que otro obstáculo, había que solventar por el camino. Meridiano de Greenwich. El escenario perfecto para cerrar una historia y dar entrada a otra. Para que Amelia hablase con esa Luisita del 77 y Luisita con esa Amelia del 77. Dejando claro que sucedan las vidas que sucedan siempre habrá un hilo rojo que las conecte. Una estrella en el firmamento. O un dedo meñique esperando a otro dedo meñique. Porque hay amores que están destinados a vivirse haya las vidas que haya o vivamos las dimensiones que vivamos.
Octavo y último capítulo que nos ha abrazado con ternura, honestidad y un buen puñado de sonrisas. Sin olvidar, bajo ningún concepto, la bocanada de aire fresco que ha supuesto ‘#Luimelia’ desde su primera temporada. Hablando, sobre todo, de lo que nos queda por hacer. Y es que termine cuando termine una ficción es el subtexto el que siempre permanece como recuerdo. Una labor social que es clave para crecer también como sociedad.
Luisita y Amelia, un amor real
Si algo nos ha enseñado el amor de Luisita y Amelia es que no hay que mostrar un amor que viva en una nube de algodón porque estarías dando un portazo a una realidad que no es así. Luisita y Amelia han transitado, a lo largo de estos últimos capítulos, por las complicaciones que siempre nos asaltan el día a día. Enfrentándose a ello con paciencia, respecto, comunicación y una madurez envidiable. Teniendo a cada uno de los personajes que las han acompañado como un espejo frontal. Donde apoyarse, donde verse o donde no querer mirarse nunca más.
De este capítulo siempre me quedaré con ese mensaje a esas Luisita y Amelia del 77. Todo mejora. A pesar de los palos que quieran poner en las ruedas, a pesar de los ‘cromañones’ que haya habido y siga habiendo, a pesar de los miedos que quieran o no implantarnos…todo mejora. El tiempo nos va colocando los derechos donde siempre deberían haber estado.
María, sigue buscando su sitio
Hay amores que no pueden ser. Por mucho que se intente. Amores que, quizá, en otra vida o en otras circunstancias, serían casi perfectos, pero que en la actualidad son inviables. María es consciente, aunque le duela cerrar la puerta por eso de las malditas dudas que siempre hay alrededor…por miedo a equivocarse y que no haya vuelta atrás. Cuando todo lo que tenga que pasar, si debe suceder, ocurrirá. Nacho es el amor que no toca. El amor que no ayuda a crecer. El que tiene fecha de caducidad. Sobre todo, si tú, aun, tienes un enorme camino personal que recorrer.
A veces no queremos entender que para estar haciendo el camino con alguien más tenemos, primero, que ser capaces de hacer parte de dicho camino por nuestra cuenta. En soledad.
Ojalá tengamos una quinta temporada que siga haciendo y trazando la historia.
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