Este artículo puede contener spoilers del segundo capítulo de la cuarta temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’.
Después de dos años de espera, lo lógico sería que no nos hubiera costado demasiado aguantar una semana sin ‘El Ministerio del Tiempo’. Pero tras el regreso de la serie el pasado martes, a los ministéricos se nos ha hecho duro aguardar al segundo capítulo, que se ha emitido este 12 de mayo en La 1 de Televisión Española. En él, hemos viajado hasta la movida madrileña, donde nos hemos encontrado con el mismísimo Pedro Almodóvar, acercándonos al director cuando daba los primeros pasos de su carrera. Y también hemos viajado hasta el siglo XVII, para solucionar un lío de faldas de Felipe IV y para… ¿Ver el ‘Un, dos, tres’?
Vuelve la acción a ‘El Ministerio del Tiempo’ tras un primer capítulo de reconexión y descubrimientos, en el que ya se nos presentó la trama principal. La de Julián o Eulogio es una historia que, aparentemente, ejercerá de hilo conductor de episodio en episodio, al menos por ahora. Y sin perder los viajes en el tiempo y las misiones para salvaguardar nuestro pasado y nuestro presente. Esto es algo que ya pudimos vislumbrar la semana anterior, pero que ahora parece haberse asentado con seguridad.
Este segundo episodio también nos ha acercado un poco más a los conflictos personales de algunos de sus personajes, como es el caso de Pacino o el de Alonso de Entrerríos. El antes soldado de Flandes se enfrenta ahora a un dilema de lo más complejo. ¿Familia u honor? ¿Amistad o paternidad? ¿Realización personal o compromiso familiar? Preguntas a las que, probablemente, nunca pensó tener que contestar y que ahora no abandonan su mente.
Entrada por la puerta grande
Como he señalado, este segundo episodio ha supuesto el estreno de Manuela Vellés como Carolina. Una mujer a la que, ya de entrada, hemos visto siendo ella después del maltrato. Estamos acostumbrados a ver el sufrimiento en pantalla, y también las consecuencias. Pero muchas veces se nos olvida que esas mujeres que vemos no sólo son mujeres maltratadas, eso no las define. Son mujeres cariñosas, divertidas, aventureras o inteligentes. Son personas con sueños, inquietudes, miedos e ilusiones, más allá de la situación en la que se han visto atrapadas. Y esto es algo que ha quedado claro desde la entrada de Carolina.
No hemos compartido demasiado tiempo con ella por ahora, pero ya sabemos que es divertida, alegre e intensa. También es resolutiva y valiente, aunque no siempre. Es empática y sigue amando, a pesar del dolor. Tiene ingenio, tanto como para convencer a Felipe IV de que pertenece a su mismo periodo y a su misma realidad. Todo ello mientras organiza un peculiar ‘Un, dos, tres’ en la corte.
Aparentemente, este nuevo personaje, que supone una bocanada de aire fresco, posee todas las cualidades necesarias para ser una buena agente del Ministerio del Tiempo. Algo que han visto claramente Irene y compañía, quienes no han dudado en reclutarla. Para salvarla del maltrato al que era sometida, por supuesto, pero también porque han encontrado en ella un diamante que pulir.
Esta entrada funciona. Pese a que la serie va cargada de personajes con peso en la trama, funciona. Y lo hace porque desde guión han sabido cómo construir un personaje que aporte algo nuevo y lo han introducido con una historia potente, para nada impostada. ¿La necesitábamos? No lo sé. Lo que tengo claro es que Carolina tiene mucho que contar. Ah, y que Manuela Vellés encaja en ella como si de un puzzle se tratara.
Almodóvar, la cultura y las personas
Si hay algo que define a ‘El Ministerio del Tiempo’ es su equilibrio. Es una de las series más corales que podemos encontrar, tanto a nivel de tramas como a nivel de personajes. Y, aunque en este segundo episodio de la cuarta temporada, gran parte del protagonismo ha sido para Carolina, ha habido mucho más. El acercamiento a la figura de un Almodóvar joven, que luchaba por sacar adelante sus proyectos y disfrutaba de la noche, nos coge mucho más de cerca. También a quienes no vivimos la movida madrileña, pero sí apreciamos nuestra cultura. Siento que este espacio al director manchego es un homenaje, a su figura, por supuesto, pero también a nuestro cine y a lo que significa.
Dejando a un lado excentricidades y purpurina, el cine de Pedro Almodóvar, que bebió de esa época y de lo que vio con sus propios ojos, recoge las realidades de cientos de almas que nunca pudieron mostrarse como eran o hablar alto y claro. Su cine rompió con todo y sigue siendo un ejemplo de libertad, de abrazo y de tolerancia. También de representación, por supuesto. De las personas y de nuestra sociedad, a la que ha escudriñado y sigue escudriñando, tirando de costumbrismo y experiencias.
Todo eso lo he visto entre bailes, conversaciones y los ojos brillantes de Carlos Santos. Lo que no esperaba era encontrarme precisamente con una de esas historias a las que Pedro dio y sigue dando visibilidad. El reencuentro de Pacino con Ángel, su amigo de la infancia que aparentó ser quien no era durante gran parte de su vida, evidencia el lado humano de esta cuarta temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’. También lo hace el reflejo de su enfermedad y el sufrimiento y el miedo de Pacino a la soledad que cada vez le amenaza más de cerca. No esperaba encontrarme con esto, aunque me lo avisaron, y he terminado el episodio con el alma tocada, pero de una manera bella. Me quedo, de todo lo bueno que he visto en este segundo episodio, con la escena en la que Ángel, a través del siempre sensible y maravilloso Raúl Prieto, se desgarra cantando ‘Life on Mars?’ de David Bowie.
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