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‘El Ministerio del Tiempo’: Julián Martínez es la tenacidad

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Decir que Julián Martínez ha sido uno de los personajes de ‘El Ministerio del Tiempo’ que más nos ha hecho sufrir es quedarse corto. Nos ha hecho sufrir a través de su propio sufrimiento, por supuesto. Pero también con sus no-muertes, sus rachas fuera de pantalla y su intermitencia. La conexión con él fue inmediata. Probablemente porque viene del mismo lugar que nosotros. Es nuestro coetáneo y, por tanto, el personaje que a priori más se acerca a nosotros. Nos vemos en su ropa, en su día a día, en sus expresiones y en sus constantes referencias a la cultura pop, que más tarde recogería y ampliaría Pacino. También nos vemos en su concepción del mundo y en su incredulidad inicial. ¿Cómo no íbamos a conectar con él?

No tardamos en descubrir que Julián Martínez es, tal y como señaló Salvador Martí en el último episodio de la cuarta temporada de la serie, un rebelde. Un inconformista. Siempre termina cumpliendo con su misión, por supuesto. Pero no sin mostrar su opinión, por polémica que sea. Incluso cuando choca con las normas principales del Ministerio. Tiene claro cuáles son sus ideales y sus valores, así como sus verdaderos deseos, y no los pierde de vista en ningún momento. Independientemente de las circunstancias.

Escribiendo esto, me doy cuenta de que tiene mucho en común con Alonso, aunque sus pilares fundamentales sean opuestos. Esa fidelidad a uno mismo la comparten como si fuera una especie de cordón umbilical. En el caso de Julián, le empuja a no dejar de buscar nunca una salvación para Maite, el amor de su vida. Y a no tratar de ser quien no es. Si hay algo que no le podemos negar a este personaje es su autenticidad, su carácter y su honestidad. Aunque esto último pueda chocar con los secretos que, muchas veces, ha intentado mantener al margen del Ministerio.

Movido por el corazón


Ministerio del Tiempo
Foto: RTVE / David Herranz

Julián Martínez es, como suele ocurrir con todos los miembros del Ministerio, un buen agente de campo. Se entrega a sus misiones, cumple los objetivos y protege a sus compañeros. Y, aunque esto contradiga a la teoría, parte de la culpa la tiene el dominio de su corazón. Creo que ni en sus instantes más bajos a nivel de ánimo he percibido una gota de frialdad en el personaje. Esto enlaza a la perfección con su anterior profesión, donde era el primero en llegar al lugar del accidente, sin saber bien qué se iba a encontrar. La vida de cientos de personas dependía de sus manos, de su cerebro y de su corazón. Y nunca le tembló el pulso.

Su experiencia se aprecia en las misiones y es básica para el Ministerio y para sus compañeros, a los que en seguida coge un cariño especial. Pese a que estaba sumido en una tremenda oscuridad y completamente perdido cuando le encontramos, no tarda demasiado en conectar con sus compañeros y en abrirse. Precisamente porque hace caso a su corazón y porque no tarda en sentir cierta gratitud hacia Amelia y Alonso. También hacia el Ministerio, aunque esta gratitud choca con el dolor que le provoca saber que está a una puerta de salvar a Maite y de salvar su propia vida. Una línea que no le permiten cruzar y que siente demasiado fina y demasiado injusta.

Hablábamos de esa fidelidad a sí mismo, extendible a Maite y a sus compañeros del Ministerio. Es esta maravillosa cualidad de Julián Martínez la que propicia el surgimiento del dilema en torno al que gira el personaje durante las cuatro temporadas: salvar a Maite o ser fiel a su nueva casa. Saltarse las normas para recuperar su vida o emprender una nueva junto a Amelia. Corazón o corazón. Necesidad o anhelo. No lo ha tenido fácil el bueno de Julián, pero siempre ha sabido encontrarse y encontrar el camino correcto. Un camino que no tiene por qué coincidir con las archiconocidas normas del propio Ministerio.

Rebelde e inconformista


El Ministerio del Tiempo
Foto: RTVE / David Herranz

Es lo que tiene dejarse guiar por el corazón. Los sentimientos pesan, el temperamento también. Y la rebeldía y el inconformismo no tardan en aparecer. Dos características que, si no se controlan, pueden suponer el declive de una persona y, por supuesto, de un personaje. Pero que en el caso de Julián Martínez le otorgan verdad, realismo y cercanía.

Su constante búsqueda de una alternativa para salvar a Maite, sus protestas y levantamientos de voz y su mirada crítica lo hacen humano. ¿Qué sentido tendría que abandonara en la misión de salvar una vida tan valiosa como la de su amor? Claro, podría hacerlo. Conformarse con tener la suerte de seguir vivo y de tener a su alrededor personas que le quieren y le cuidan. Pero de ser así, Julián habría sido muy diferente. No habría contado con el enorme carisma que tiene el personaje y, probablemente, su conexión con nosotros, los espectadores, habría sido mucho menor. No habríamos encontrado esa franqueza y esa honestidad de las que hablaba unos párrafos más arriba.

Siendo justa con él, creo que detrás de sus mentiras a compañeros y al propio Salvador, hay un hombre honrado. Entregado a los demás. Como médico, como agente, como marido, como compañero o como amigo. Con sentido del humor y con mucho sentido de la amistad y mucha humanidad (gracias, Rodolfo Sancho, por otorgársela). Es una pieza fundamental para el desarrollo de todos sus compañeros. Y una pieza fundamental para el propio crecimiento del Ministerio. No en vano, la institución abre los ojos gracias -en una importante parte- a él.   

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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