Sergi López 'La boda de Rosa' - ©Ana Márkez
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Sergi López (‘La boda de Rosa’): “el cine cura”

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‘La boda de Rosa’ está a punto de llegar a nuestros cines. La película de Icíar Bollaín se estrena este mismo viernes 21 de agosto, siendo uno de los títulos más destacados de la cartelera actual. E impulsando de esta manera la estabilización de la industria cinematográfica, una de las que más está sufriendo la crisis provocada por la pandemia del COVID-19. Con motivo de este estreno, hemos tenido la oportunidad de hablar con Sergi López, quien da vida a Armando, el hermano de Rosa, en el largometraje.

Al actor le ha tocado uno de los huesos más duros de roer, un personaje con el que inicialmente el público choca. Pero con el que no tardará en empatizar. En gran parte, por la humanidad desde la que están escritos e interpretados todos los personajes. Y por lo fácil que es reconocernos en ellos, en sus sentimientos, en sus comportamientos, en sus dudas y, por supuesto, en sus sueños y anhelos.

De esto hablamos con un Sergi López que quiso destacar esa universalidad de ‘La boda de Rosa’, así como el poder de las historias corrientes como las que cuenta Bollaín. Y la importancia de cuidar al cine y a la cultura como ellos nos han cuidado durante toda nuestra vida, especialmente a lo largo de estos meses tan complicados que hemos vivido.


Sergi López

MEW MAGAZINE (MW): ¿Cómo te llegó ‘La boda de Rosa’? ¿Y qué te inspiró su guion?

SERGI LÓPEZ (SL): Me llegó por correo. De manera muy sencilla. Mi representante, Isabel, me contó que Icíar Bollaín estaba preparando, por primera vez en su carrera, una comedia y que quería hacerme unas pruebas. Y yo me leí el guion antes de esas pruebas y me encantó. A veces, cuando las cosas van bien, son muy sencillas. Fue bastante natural y bastante sencillo. Me gustaba el personaje que me tocaba, un hombre aturullado, bastante apisonadora.

Y me gustaba la idea que transportaba la peli y me parecía que era muy pertinente hablar de esto hoy en día, una vez más, porque no vamos a terminar con esto. Mostrar la capacidad de la mujer de decir que no está de acuerdo, que tiene voz y puede decidir qué hace con su vida ella, y no que lo determinen los estándares o los modelos sociales o los grupos familiares. La idea que transporta es muy importante. Y hacerlo a través de una comedia ligera, sin hacer sangre, acercarse a muchas mujeres que saben de qué estamos hablando, me parecía una buena causa, un buen objetivo.

“Mostrar la capacidad de la mujer de decir que no está de acuerdo, que tiene voz y puede decidir qué hace con su vida ella”

MW: Creo que, además, es una película muy humana. Porque además de empatizar con Rosa, vas empatizando con todos los personajes. Se tocan también otros muchos temas sociales. En tu caso, ¿qué tenías claro que tenía que tener tu personaje?

SL: En mi caso, tenía que no pensar mucho (risas). Tenía que dejarme llevar por la espiral, por la apisonadora que es este personaje mío, que no se para a pensar. Entonces, no tenía que intelectualizar mucho mis reacciones, tenía que ser un personaje intuitivo que, sin darse cuenta, ya te está pagando los calamares y te ha pedido otra. Cuando a ti ni siquiera te gustan los calamares, ni quieres otra. Entrar en esta dinámica, que es muy interesante, sobre todo para la comedia. Es una indicación muy bonita, la idea de hacer un personaje que ni él mismo se da cuenta de que está acelerado.

Esto es lo que más intentamos defender, porque era necesario para el personaje de Rosa, el ver a estos personajes. Y, además, esto compaginarlo con que son una familia que se quieren mucho. A la vez que pasaba esto, teníamos que hacerlo desde el amor. Pero desde un amor que se ha ido pervirtiendo con el tiempo, se ha ido convirtiendo en una especie de relación empresarial extraña. Teníamos que defender estos dos lados, el lado humano y familiar y, a su vez, una especie de energía imparable sin reflexión.

MW: Es una comedia, y te ríes mucho con ella. Pero desde el primer momento también nos damos cuenta de que es una película muy emocional y muy emocionante. ¿Qué sentimiento te provoca ahora ‘La boda de Rosa’, desde la distancia?

SL: Creo que es una película muy solar, muy luminosa. En la que acabas con la idea de que no hace falta romper traumáticamente con todo para ser quien quieres ser. Acabas viendo que, en el fondo, hay algo que prevalece. Y es que, al final, se miran más a los ojos que antes. Todos acaban aprendiendo algo gracias a esta decisión de Rosa. Es una comedia y es ligera, pero en la película hay aspectos bastante duros y complejos, como es el de ese padre que se te está incrustando en tu vida y te está causando un problema. Cómo se lo dices, cómo lo haces sin echarle como tal de tu vida.

MW: Viéndola pensé también que Rosa es muchas cosas, no se la puede definir con un simple adjetivo. Y, además, depende mucho de quién la vea y cómo la vea. Creo que podemos sentirla de manera diferente. Para ti, ¿quién es Rosa o cómo es Rosa?

SL: Creo que Rosa es una mujer que tiene talento, pero, sobre todo, tiene un coraje inaudito. Es como si la película fuera una epifanía. Rosa ha visto un milagro. Frenarlo todo como lo hace es de un coraje alucinante. Decir, mañana no voy. Papá, no estoy en casa. Los niños se han quedado solos. Pienso que es una persona que tiene un coraje muy fuerte dentro y tiene esta lucidez tan brutal de darse cuenta de esto, de su situación. Los otros personajes parecemos más fuertes, mientras que ella parece la ‘mosquita muerta’ que siempre dice que sí y que es una multiusos total. Y, al final, los más frágiles somos los que no nos damos cuenta, a los que la vida nos pasa por encima.

“Es posible cambiar las cosas”

Ella es una mujer muy valiente. Una mujer que en su cabeza se dice, porque no puede más: “oye, es posible. Vo a hacer algo”. Y creo que este es el gran mensaje de la película. Por complicado que sea, por doloroso que sea, no es romper con todo o aceptarlo todo. La vida no es así. Es posible cambiar las cosas. Y esto, para muchas mujeres, es un punto de luz al final del túnel.

MW: En ‘La boda de Rosa’ volvemos a ver la capacidad de Icíar Bollaín de coger historias que parecen pequeñas, de gente corriente, y demostrarnos que son muy grandes. Que de verdad importan y que no te tienes que ir muy lejos para encontrar algo así de valioso. ¿Cómo sientes tú el cine de Icíar Bollaín?

SL: Es un honor trabajar con una mujer que hace este tipo de cine. Que busca las grandes historias dentro de lo humano. No hacen falta terremotos, cataclismos y violencia explícita y metralletas. No hacen falta tantos tópicos. Sino que, al final, la vida de cada uno es una aventura. Lo que atraviesa el ser humano, lo que le hace ser feliz y lo que después le hace hundirse, es lo que nos une a todos.

El cine es esto. Es intentar acercarnos a lo humano, intentar poner luz, aunque no haya respuestas absolutas. Es maravilloso acercarse a través de películas a personajes que son distintos a nosotros y, sin embargo, nos están hablando de nosotros. Y nos están hablando de lo complicado que puede ser, a veces, querer. Cómo se hace esto, cómo puede ser que no seamos capaces de querer bien. Bueno, pues suerte que están el cine, el teatro y la literatura para iluminarnos un poco.

MW: Justo llegáis al cine en un momento complicado. En el que estrenar es un salto, casi al vacío, pero también un movimiento brutal de apoyo a la industria. ¿Se siente más vértigo ahora que de costumbre?

SL: Es muy raro. Porque el vértigo que suele haber cuando estrenas es un vértigo muy bonito, muy positivo. Estás nervioso porque es el día del estreno, por si la gente va a ir a las salas, por lo que van a opinar de la película… Es evidente que nosotros hacemos largometrajes para que la gente los vea. Si no, no tiene sentido. Y ahora esto se junta con una cosa que no es tan positiva, que es más bien extraña. Como si no nos fiáramos del vecino, hay una cosa extraña en la mirada entre nosotros, y los lugares, y la seguridad…

Pero sabemos que, precisamente, el cine cura. El cine es una manera de curar, de compartir cosas con los otros, aunque sea a un metro y medio de distancia. De compartir historias, de hablar después de la película, de que las historias nos remuevan y nos hagan reír. Lo vivimos de una manera un poco extraña, pero ilusionados con que al menos se pueda estrenar. Y así nos damos cuenta de que se puede ir al cine. La seguridad está garantizada. Al final, si no consumimos cultura, estamos muertos. La cultura nos salva, es curativa. Yo creo que tendría que depender de Sanidad (risas).

“Si no consumimos cultura, estamos muertos”

MW: Ya para finalizar, ¿qué te gustaría que sacara el público de ‘La boda de Rosa’?

SL: Me gustaría que sacaran la importancia de frenar un poco, mientras te tomas el café. La importancia de darse tiempo a uno mismo, para mirar las cosas desde fuera. No sólo lo que te pasa a ti, también lo que generas en los otros. Darte cuenta de que Rosa, la persona que se siente agobiada, puedes ser tú. Pero también puede ser tu pareja, tu padre, tu madre, tu hermano…

Que saquen la importancia de hacer esa parada, mirarse un poco en el espejo e intentar asumir las arrugas que tenemos o que no nos gustan de nosotros. Al menos, tomar conciencia. Que es un tesoro y es un arma muy potente, la conciencia. Tomar conciencia colectiva de que sí, el mundo va muy rápido, pero nosotros somos cómplices de ello. ¿Hasta qué punto tenemos la posibilidad de cambiar las cosas? Tenemos capacidad de decidir y espero que, este sentimiento positivo, le llegue a la gente.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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