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‘Rompenieves’: Wilford y el poder de los mitos

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Este artículo contiene spoilers de los primeros episodios de ‘Rompenieves’

Las historias apocalípticas parecen tener más sentido que nunca. Siempre han sido atractivas, porque el ser humano tiene un componente morboso del que es difícil deshacerse. Pero ahora estamos más cerca de ellas. Las comprendemos con mayor facilidad. Y somos capaces de ponernos en situaciones que antes nos resultaban surrealistas. Es lo que tiene vivir en primera persona una pandemia y sus consecuencias. Que, de repente, lo que vemos en ‘Rompenieves’ no nos resulta tan distante

La serie, una nueva versión de la película dirigida por Bong Joon-Ho, nos sitúa en una realidad distópica en la que la Tierra está sumida en una especie de Edad del Hielo. Para evitar la extinción de la especie humana, así como de ciertas especies animales y plantas, un genio crea un tren formado por mil vagones, capaz de romper el hielo y mantener a una parte de la población a salvo. Siempre en movimiento, dando vueltas continuamente al globo terráqueo y viviendo de manera autosuficiente. Nos queda lejos, claro está, pero ahora la realidad de unos pasajeros que viven sin respirar aire puro y encerrados en una misma estancia… No nos suena tan imposible. 

La serie, como era de esperar teniendo en cuenta del cerebro del que surgió la idea, parte de una crítica punzante al sistema de clases. De hecho, gira en torno a esa lucha de clases, tocando los derechos fundamentales de los seres humanos y el valor del dinero. Pero, además de esto, también pone en evidencia el poder de los mitos. Esto tampoco es nuevo, claro. No hace falta, ni siquiera, viajar a la ficción para encontrar ejemplos de ello. Las diferentes religiones son una prueba palpable de lo importante que son los mitos, las creencias y la fe ciega, así como del impacto que tienen en nosotros y en el entorno que nos rodea. 

Oh, Sr. Wilford

Rompenieves

En situaciones extremas, la desesperación aflora. Y esta desesperación puede ser nuestra sentencia, sobre todo si no podemos salir del lugar, físico y emocional, en el que nos encontramos. Lo vemos en ‘Rompenieves’, sobre todo en los pasajeros que tienen el tiempo y la comodidad necesarios para pararse a pensar. Es decir, en los pasajeros de Primera Clase. Son los que gozan de mayores comodidades y no necesitan trabajar para conseguir dinero, por lo que su mayor preocupación es que todo en el tren vaya como desean. Y como creen que merecen, por el hecho de pagar un precio prohibitivo. 

El disponer de un mayor tiempo y de una mayor comodidad se traduce en un escrutinio constante de todo lo que ocurre a su alrededor. Cada ligero cambio, que ni siquiera se percibe en las clases inferiores, es un mundo. Además, su dinero les otorga una posición privilegiada de cara al personal, presionado a compartir con ellos información que jamás compartirían con el resto de viajeros. Este análisis constante, sumado a su conocimiento de la situación y a la enorme cantidad de horas que dedican a la reflexión y al pensamiento puede generar el más absoluto caos. Sobre todo cuando surgen los problemas. 

¿Y cómo se pueden controlar ese desesperación y ese caos? Muy fácil, con un mito. Un salvador que lo tiene todo bajo control y que, además, se preocupa por todos y cada uno de esos pasajeros privilegiados. Un hombre bueno, sabio y casi omnipresente, que ha dedicado y dedica su vida al bien común. El Sr. Wilford, diseñador, maquinista, alma y cuerpo del Rompenieves. Una figura atenta y cercana, aunque… Invisible. Siempre que surge una duda, una inquietud, un miedo o una amenaza, aparece con un mensaje radiado que calma a las masas. Es como una especie de placebo, al que acuden ciegamente, sin utilizar el raciocinio que sí aplican en otros aspectos de su vida. Porque es su refugio, al que se aferran para no caer en lo que es evidente: el viaje, algún día, terminará. 

De por qué los necesitamos

Rompenieves

Melanie es consciente de que la figura de Wilford es sencillamente imprescindible para mantener el equilibrio en el Rompenieves. Aunque ella lo tenga todo bajo control, si el pasaje supiera que Wilford no existe, el Apocalipsis estaría servido en bandeja. El más absoluto caos y, como último paso, la destrucción total. Por eso, hace todo lo que está en su mano para que la fantasía siga viva en los vagones. Aunque para ello tenga que perderse en parte por el camino, sacrificarse y ser quien no es fuera de la cabina de mandos. 

Los mitos no son sólo necesarios en una situación tan extrema como la que nos encontramos en ‘Rompenieves’, sino en la vida diaria. El ser humano disfruta de un complejo cerebro que ni siquiera explota en su totalidad. Tenemos en nuestro poder una herramienta única, que nos diferencia del resto y que nos abre infinitas puertas. Sin embargo, esta herramienta, nuestro maravilloso cerebro, nos lleva a reflexionar acerca de todo lo que tenemos a nuestro alrededor. También acerca de la vida en sí y de su desembocadura, la muerte. Nos pone contra las cuerdas a diario y amenaza con dejarnos caer al más absoluto vacío. 

Por eso, tendemos a agarrarnos a algo superior a nosotros, a algo que escapa de toda lógica. O simplemente a algo que nos mantiene unidos. No necesariamente debe ser una figura como Wilford o como los dioses que han plagado nuestra historia. Puede ser simplemente un movimiento, una referente de carne y hueso o un ideal de vida. Los propios aplausos sanitarios que protagonizamos hace tan solo unas semanas eran ese clavo ardiendo al que agarrarse durante el confinamiento. Unos minutos en los que salir a la ventana, mirarnos a los ojos y no sentirnos solos. Algo tan simple como eso, puede evitar el pequeño caos que se genera en nuestro interior. 

‘Rompenieves’ refleja esto con una fidelidad tan brutal que, curiosamente, invita a una reflexión que puede llevarnos de manera directa a la desesperación. ¿Hasta qué punto nos engañamos a nosotros mismos? ¿Seremos conscientes alguna vez de ello? Personalmente, lo dudo. Nuestro cerebro nos protege de los desastres que él mismo crea. 

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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