Chernobyl

El 26 de abril de 1986 se vivió el mayor accidente nuclear de la historia de la humanidad. Un accidente que todos hemos estudiado, del que se han hecho numerosos documentales y se han escrito infinidad de libros y que recientemente se ha convertido en un fenómeno gracias a la serie de HBO. La de Chernobyl es una de esas tragedias cuyas consecuencias son incalculables. Es prácticamente imposible estimar cuántas personas han fallecido como consecuencia del accidente. Conocemos la contaminación provocada y la devastación, todos hemos visto las imágenes de la ciudad de Prípiat completamente desierta. Pero no hay un recuento real de víctimas ni de afectados reales. Es lo que tiene la radiación, que muchas de sus consecuencias llegan largo tiempo después. 

Esto ha provocado que el de Chernobyl sea un desastre con cierto carácter misterioso, casi atractivo. Así es el ser humano, morboso y poco empático por naturaleza. Más allá de nuestra sed de conocimiento, que es perfectamente entendible y válida, está la necesidad de ver el horror. Es lo que hace que muchos frenen en las carreteras para ver las consecuencias de una accidente de tráfico. Y es lo que ha provocado que la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, Prípiat y Chernobyl se conviertan en destinos turísticos. 

Aunque estamos acostumbrados a ver escenas turísticas en lugares de homenaje a víctimas, como el Monumento al Holocausto de Berlín o el Memorial de las víctimas del 11S en Manhattan, este tipo de turismo nos sorprende. En nuestra mente, tiene más cabida fotografiarse en un monumento que pisar el horror sin edulcorantes. No es lo mismo visitar el majestuoso One World Observatory de Nueva York, donde no hay rastro de lo ocurrido en el atentado contra las Torres Gemelas, que pasear entre los esqueletos de los edificios de Chernobyl. 

Chernobyl

¿Cómo es viajar a Chernobyl?

Antes de continuar, me gustaría aclarar que nunca he visitado la zona afectada por la catástrofe de Chernobyl. Sí conozco a personas que lo han hecho y he leído sobre ello. Así, he sabido en qué consiste uno de los viajes más cotizados del momento. 

Lejos de poder campar a sus anchas entre los edificios de las ciudades fantasmas, las visitas a Prípiat y al resto de la zona de exclusión son siempre visitas guiadas. Pueden ser cortas, de un solo día, o extenderse durante varias jornadas. Dependerá del interés del viajero y de su presupuesto, evidentemente. 

Acompañados siempre de guías autorizados, los turistas visitan los lugares permitidos de la ciudad e incluso pueden llegar a pisar la central nuclear y fotografiarse con elementos tan ‘populares’ como el reactor 4 de la misma. Siempre con vigilancia y evitando las zonas más peliagudas y prohibidas por el gobierno. Y acompañados de la explicación histórica del guía turístico, la cual muchos ni siquiera escuchan, ensimismados por el horror que tienen ante sí. 

Chernobyl

Turismo apocalíptico y turismo de guerra

Esto no es algo nuevo. Los campos de concentración nazis llevan mucho tiempo siendo lugares turísticos, lugares que albergaron el más puro horror hace décadas y en los que ahora lloramos mientras hacemos fotos. Una tendencia turística que se está extendiendo en los últimos años y llevándose al extremo. Aparentemente, ya no nos vale con visitar un edificio y que nos cuenten que era allí donde torturaban a personas o donde las asesinaban. Ahora queremos ver ese horror

Por un lado, tenemos el turismo apocalíptico, esa visita a las zonas arrasadas por el horror, como es Chernobyl. Con este tipo de viajes, nos sentiremos más cerca de la tragedia que tanto nos atrae, pero sin llegar a mancharnos las manos ni ponernos en un peligro real. La adrenalina está ahí, como la duda que nos genera acercarnos tanto a la radiación, pero no hay más que eso. Incertidumbre y morbo

Por otro lado, la vertiente más extrema: el turismo de guerra. Hay viajeros que o bien lo han visto todo, o bien quieren vivir una aventura, o bien sienten un verdadero interés hacia las zonas de conflicto y lo que en ellas ocurre. Personas que deciden viajar a Siria, por poner un ejemplo cercano en el tiempo, y meterse de lleno en el campo de batalla, en el rente. No sólo en zonas que han sido arrasadas y en las que no queda nada. También en aquellas que están viviendo un ataque en esos momentos. Mientras el resto huye del horror, ellos, desde el primer mundo y la falsa seguridad que les da ir con la etiqueta de turistas, se introducen en el mismo. 

Una serie de prácticas turísticas que ponen en tela de juicio la moral, los valores y la empatía de los seres humanos en una época en la que todo vale con tal de conseguir una buena foto

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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