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‘El Ministerio del Tiempo’: Amelia Folch es el cerebro

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Recuerdo sorprenderme cuando conocí a Amelia Folch. Cuando sentí su fuerza y su pasión a través de la pantalla. Y cuando la vi tomar el mando, segura, consciente de su inteligencia y de su valor. Obviando las miradas, las dudas y los comentarios que llevaba escuchando toda su vida. Me sorprendí porque, aunque por suerte ya había encontrado algún que otro reflejo en la ficción, no estaba acostumbrada a ver a mujeres reales como protagonistas. Mujeres que se alejan de clichés absurdos y que tienen un papel importante dentro de la trama, que no están concebidas como un mero adorno.

La presencia de Amelia en ‘El Ministerio del Tiempo’ fue desde el comienzo de la serie una revelación y una declaración de intenciones. Un pequeño aperitivo de lo que veríamos más adelante, capítulo a capítulo. Sólo con conocerla y con ver sus primeros pasos, ya entendí que esa ficción que tenía delante no había ido a la fórmula del éxito conocida y muchas veces vacía. Sino que se trataba de una ficción comprometida, con unos valores férreos y dispuesta a generar un cambio en nuestro panorama. No porque Amelia fuera la primera mujer real en estar en el centro de una producción, sino por cómo se la presenta y por el rol que adquiere desde el primer momento.

No necesitamos prácticamente nada de tiempo para saber que es una mujer inteligente, valiente y ambiciosa. Una mujer que, si bien respeta y ama a su familia, no está dispuesta a seguir el camino establecido para las mujeres de su época. Es ahí donde primero encontramos esa valentía que mencionaba. Amelia Folch también es una joven inocente, curiosa y con muchas ganas. De ser quien realmente es, de comerse el mundo, de marcar la diferencia y de saber. Es una estudiosa incansable, de esas que están interesadas en todas las materias habidas y por haber. Y cuya sed de conocimiento nunca se apaga.

Una líder innata


Amelia Folch
Foto: RTVE / David Herranz

Como decía, Amelia no tarda en ocupar la posición de líder. Hay un empujón evidente por parte del Ministerio, pero la realidad es que adopta ese rol de manera natural. Su inteligencia es uno de los rasgos que la catapultan a esa posición, pero no es el único. Es evidente que sin su cerebro, sus compañeros habrían estado completamente perdidos en numerosas ocasiones. Sin sus conocimientos, muchas de las misiones llevadas a cabo con éxito habrían sido fracasos. Pero aquí estaría siendo muy injusta si no señalara su capacidad de observación y de análisis. Amelia Folch no es sólo una enciclopedia cargada de saber, sino una mente activa, analítica, capaz de encontrar soluciones a los problemas más complejos.

En esto, guarda ciertas semejanzas con la Lola Mendieta que más hemos conocido. Si bien es cierto que, por ejemplo, Alonso es un soldado de acción, Amelia podría ser la Reina en un tablero de ajedrez. Conoce y domina todos los movimientos, suele tener una visión completa de las situaciones y es la pieza fundamental de toda la partida. Es el eje que mantiene al resto en órbita. Muchas veces con decisiones que cambian el curso de las misiones. Pero otras tantas con su simple presencia, con comentarios inteligentes dichos en el momento adecuado o con miradas que, en su caso, hablan de manera clara y directa.

Para sus compañeros, Amelia Folch es una especie de brújula, el Norte que logra que siempre se mantengan en rumbo. Por eso, cuando falta, la echan de menos a todos los niveles. Porque, en silencio y con pequeños pasos, también se termina convirtiendo en una brújula a nivel personal. Un alma pura y cargada de bondad, que escucha y comprende, que aconseja y que, sobre todo, acompaña. Y que confía. Porque a pesar de su fiereza, de su seguridad y de su fuerza, tiene la inocencia de una niña que todavía no ha visto demasiado. Una inocencia que va acompañada de esa confianza ciega que, aunque va transformándose con el paso del tiempo, nunca llega a perder.

Lealtad y corazón


Amelia Folch
Foto: RTVE

Son dos palabras que estoy repitiendo mucho en los diferentes análisis de los agentes del Ministerio. Porque, curiosamente, todos ellos las comparten. Amelia es todo corazón, como ocurría con Pacino. Una mujer que quiere con tal intensidad que traspasa todo tipo de barreras. Una joven que sueña con fuerza y que cree con la misma fiereza. Alguien fuera de su tiempo, pero que no quiso huir. Precisamente por el amor que profesa a su familia, a la que es capaz de entregarse en cuerpo y alma cuando llega el momento.

Porque, si bien es cierto que es el cerebro del Ministerio, es todo lo contrario a una persona fría. Sabe elaborar estrategias y planes de manera maestra, pero nunca elimina los sentimientos de la ecuación. Por eso se arriesga por sus compañeros o por salvar vidas que merecen ser salvadas. Y por eso regresa en cuanto Julián necesita su ayuda. Porque detrás de todo su conocimiento, de su saber y de su capacidad de liderazgo hay una mujer pasional, generosa y enormemente buena.

En los ojos siempre atentos e ilusionados de Aura Garrido, culpable de una importante parte de la sensibilidad del personaje, encuentro la razón de ser del Ministerio. Encuentro ese aprecio a nuestra historia, esas ganas de contar lo que muchos acallaron y esa pasión sin la que no se entenderían ni la institución ni, por supuesto, la serie. Aunque tenga peor fama que el corazón, si el cerebro falla todo lo demás se desmorona. Amelia Folch es esa pieza fundamental sin la que ‘El Ministerio del Tiempo’ no habría llegado a nosotros de la manera en la que lo ha hecho.  

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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