Si la vida en Islandia puede parecernos extraña, esperad a descubrir Grímsey. Grímsey sigue siendo Islandia; es un municipio, de hecho, que pertenece al condado de Eyjafjarðarsýsla, uno de los veintitrés condados en los que se organiza este país que no deja de fascinarnos. Es una isla, una isla muy pequeña, de apenas 5’3 kilómetros cuadrados. Está situada a unos 40 kilómetros de la costa norte de Islandia, y su principal característica es que la atraviesa el Círculo Polar Ártico. Es el punto habitado más septentrional de Islandia.
Su forma de vida, claro, dista mucho de lo que podemos experimentar aquí, en España. Al margen de las temperaturas bajas a las que se enfrentan durante todo el año (en el momento de escribir esto, un 19 de agosto, en Grímsey hace 7 grados), hay que ponerse en la piel de quien vive en esos cinco kilómetros cuadrados. Y es difícil hacerlo. Simplemente, nos resulta algo muy lejano. Por eso sigue causando fascinación a quien descubre su existencia, por eso no deja de provocar respeto y cariño. Antes de continuar, vamos a localizarla en el mapa:

¿Qué tiene Grimsey?
Como digo, Grímsey es una isla de superficie reducida, donde sigue viviendo gente. Aunque la población se ha reducido en los últimos años, aún la habitan en torno a ochenta personas. Hubo un periodo de su historia en que sus vecinos eran un centenar, pero atrás quedó esta época. No es fácil vivir en Grímsey, aunque podéis imaginar el clima tranquilo de convivencia y la vida sencilla que llevan sus habitantes. Esto sí es fácil de llevar. Todas las comodidades a las que nos hemos acostumbrado, todos los servicios que hemos convertido en primera necesidad, sin embargo, podrían dificultar la vida de quien se decide por empezarla allí de pronto. Por ejemplo, si bien es cierto que tienen escuela primaria, si una persona desea continuar estudiando tiene que marcharse a la isla principal. Es lógico, claro.
Los habitantes de esta isla, formada principalmente por roca volcánica que ha dado lugar a bellísimas columnas de basalto, se concentran en un pequeño pueblo que puede recorrerse con facilidad. Encontramos un bar, un supermercado, un restaurante; la mayoría de los vecinos viven de la pesca. También tenemos un alojamiento para los turistas, que siempre son bien recibidos. De hecho, se habla de Grímsey como un lugar muy acogedor. Durante el Grímseyjardagurinn (el día de Grímsey, celebrado a finales de mayo), los habitantes ofrecen comida tradicional a los turistas, y no dejan de enseñar sus costumbres y sus tradiciones, que se remontan a siglos en el tiempo. Grímsey fue ocupada por los vikingos, en primer lugar.
Llama también la atención la iglesia del pueblo, que cuenta con un cementerio. Fue construida en 1867, y ampliada sesenta años más tarde. Dedicada al Santo Olaf, santo patrón de Noruega, un artista local pintó un llamativo altar a finales del siglo XIX imitando una obra de Leonardo da Vinci.
Por supuesto, lo que conquista de Grímsey tiene que ver con la naturaleza del lugar, con los paisajes que encuentra la vista, con las posibilidades de sus acantilados, repletos de aves de todo tipo. Desde sus costas pueden verse focas, incluso ballenas. La fauna y la flora es riquísima, y los paseos bordeando el mar, a pesar de las bajas temperaturas, son fantásticos. Se ofrecen también paseos en barca, con posibilidad incluso de realizar actividades de pesca (siempre controladas por profesionales).
¿Cómo llegar a Grímsey? Desde el norte de Islandia. La mayoría de las excursiones se organizan desde la ciudad de Akureyri, desde donde parte un avión que tarda media hora en aterrizar en la pequeña pista de Grímsey. También se ofrece la opción de llegar hasta la isla en barco, desde Dalvik. Se tarda unas tres horas… siempre que el mar lo permita. No hay que dejar de tener en cuenta el fuerte oleaje.

Lo que hace especial a este lugar
Grímsey es el único sitio de Islandia donde uno puede cruzar el Círculo Polar Ártico. De hecho, cuando uno visita la isla puede pedir un certificado simbólico que señala precisamente esto: “has cruzado el Círculo Polar, enhorabuena”. Disfruta de la experiencia. Es una experiencia, realmente. Sobre todo, por lo que significa cruzar esta línea imaginaria.
Significa, por ejemplo, que se puede disfrutar como en pocos lugares del fenómeno conocido como Sol de Medianoche. No, no estamos hablando del nuevo libro de Stephenie Meyer. Durante el solsticio de verano, uno tiene la posibilidad de observar por completo, en toda su magnificencia, cómo el Sol baja hacia el horizonte sólo para ascender de nuevo. El testigo de este fenómeno tendrá oportunidad de ver una especie de puesta de sol infinita, que nunca tiene fin, que se convierte, además, en algo único. Y si visita Grímsey, será testigo de esto en un lugar también único.

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