El concierto duró algo más de dos horas y propusieron al público asistente un viaje sensorial y emocional  de los que ya no se recuerdan. La banda colombiana ha recorrido el planeta presentando uno de los trabajos más personales de su discografía. El pasado 12 de diciembre se pudo confirmar porqué se considera Morat uno de los grupos más importantes del panorama musical internacional. Y lo hicieron transmitiendo esa verdad que en una industria musical cada vez más inmediata no se suele ver.

Desde el inicio mantuvieron intacta su seña de identidad. El concierto comenzaba a las 20.30h pero la sala abrió las puertas una hora y media antes, tiempo suficiente para que la pista se fuese llenando poco a poco hasta llegar prácticamente al lleno absoluto (salvo un pequeño sector ). En el momento que aparecieron en escena Morat sin cantar ni decir ni una sola palabra ya recordaba a los presentes que iban a ver un concierto especial e único, siguiendo su línea habitual. La salida al escenario recordaba a los presentes que no se habían equivocado. Morat no decepcionaba y llevaba a la locura desde el inicio con “Maldita Costumbre“, una de las canciones que mejor representa a la banda.

Emociones a flor de piel

Con el listón alto, la banda supo llevarse al público a su terreno en todo momento. Las siguientes canciones fueron de las más celebradas, haciendo un festival de luces que iluminaron toda la sala. Una de las canciones más esperadas fue “El Embrujo”, una preciosa balada que canta con Antonio Carmona, pero que cantaron en solitario. El Sant Jordi Club se emocionó, no sé escuchó ni tan siquiera un murmullo. La única voz que se escuchaba provenía de la banda, eso sí, las linternas de los teléfonos móviles y la luz proveniente de las cámaras de fotos marcaban la pauta de una de las canciones más esperadas. Es en este punto en el que muestran que la versatilidad es su fuerte.  Saben transmitir, emocionar pero sobre todo, saben vivirlo encima del escenario. Esa verdad llega y permite que el público asistente pueda sentirse dentro del espectáculo y ser uno más.

Foto: Susanna Peiris
Foto: Susanna Peiris

A diferencia de lo que muchos piensan, Morat gana adeptos en las baladas y a poder ser en acústico o solo acompañados de un instrumento. Con esto no quiero decir que no deban cantar temas más movidos.  Me refiero a que cuando un artista se sube a un escenario y en él se encuentran solo el cantante y un instrumento transmite una sensación de pulcritud y sencillez que solo se puede vivir cuando te la cantan a ti o te encuentras en un estudio de grabación. Eso fue lo que sucedió ayer con varios de sus temas, que junto a una iluminación celestial permitía que el asistente estuviera fascinado ante una expresión artística de calidad.

Una recta final de infarto

Uno de los puntos álgidos de  la velada fue cuando comenzaron a tocar las notas de una de las canciones del verano “Presiento”.  El tema, que originariamente es una canción que tocan junto a Aitana, hizo que el Sant Jordi Club cayera rendido a sus pies. La única pega que se le podría poner a esa canción es que Aitana no pudo estar. No obstante, supieron como camelarse a un público entregado en todo momento y que en ocasiones se escuchaba más que a la propia banda cantar sus canciones. En este aspecto, se puede considerar que está el gran éxito de Morat: Escribir canciones para todo tipo de público, pero que sean creíbles con letras que transmitan.

Foto: Susanna Peiris

El apogeo del concierto fue con “Como te atreves”, que aparentemente era el cierre del evento, uno de los temas más reconocidos de la banda. El público catalán se levantó de sus asientos en la grada y comenzó a vitorear y saltar de la emoción ese tema. Este momento fue uno de los más emocionantes tanto para los asistentes como para la banda que lo anunciaron públicamente. Tras regresar al escenario, llegaba el turno de los tres últimos temas: “Mi nuevo Vicio”, “Yo no merezco volver” que cantaron junto a Cami y “Besos en Guerra”, que culminaron un concierto que se hizo corto pese a su duración de más de dos horas.

La realización también es sentimiento

Un artista puede salvar los muebles encima de un escenario gracias a varios aspectos, como pueden ser el carisma, la música en directo, su voz o por la puesta en escena. Cuando todos estos puntos entran en conexión hacen que el concierto sea uno de los más bonitos y mágicos que se recuerden. Eso fue lo que sucedió con Morat. Los grafismos acompañaban a cada canción a la perfección, con una narrativa para envidiar que en ocasiones hacia que estuvieses más pendiente de los paneles que del escenario. Por otro lado, los juegos de luces rompían con lo establecido, dándole sentido a la historia que estaban tocando.

La compenetración que hay en la banda es evidente encima del escenario. Compañerismo y amistad, que hacen que sean una gran familia. Eso es lo que transmiten en el escenario y permite que el público asistente sea un elemento más de su banda. La esencia de Morat está en cada instante del concierto, no hay nada impostado.  Se trata de un aire fresco necesario y que permite que la persona que es viendo el concierto se sumerja en un viaje en el que es imposible no prestar atención.

Capítulo 38 de ‘Estoy Vivo’: ¡qué maravilla!

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