Decía el tango de Gardel que 20 años no es nada. Pero con Robert De Niro podríamos extenderlos a 77. Y es que la carrera del estadounidense, de más de medio siglo de duración, se nos ha pasado en un suspiro. Sin saber bien cómo, el actor ha llegado a los 77 años en plena forma, entre homenajes y nuevos proyectos.
Quienes, por la edad, lo descubrimos ya en una etapa madura de su vida, no podemos decir eso de que parece que fue ayer cuando el joven De Niro firmaba uno de los mejores monólogos de la historia del cine, como Travis Bickle. O cuando se metió de manera maestra en la piel de un joven Vito Corleone que, como había ocurrido con el anciano, conquistó a todos. Pero lo que sí podemos decir es que el paso del tiempo sólo se siente en él en forma de experiencia y de madurez profesional.
Empezando la casa por el tejado podemos encontrarnos el gran ejemplo de su inmejorable estado de forma actual. Junto a diferentes proyectos en pre-producción, como ‘Killers of the Flower Moon’, la esperadísima nueva película de Martin Scorsese, Robert De Niro nos regaló hace menos de un año una de las mejores interpretaciones de su carrera. Aunque su trabajo como Frank Sheeran en ‘El irlandés’ no se llevó los premios que probablemente merecía, sí colocó al neoyorkino como uno de los nombres destacados de la temporada. Y no era para menos. En la cinta de Scorsese, recuperamos al De Niro más emocional y honesto, al más intenso y al más enigmático. Durante las más de tres horas de película, asistimos a su evolución, a su madurez e incluso al aterrizaje de la culpa en los treinta minutos finales, que ya por sí solos valen una estatuilla dorada.
También en estos últimos años, hemos visto al bueno de Robert dando vida al inversor Bernie Madoff, en un trabajo que volvió a colarle en la temporada de premios. Sin olvidarnos de su aparición estelar en ‘Joker’, en un claro juego con ‘El rey de la comedia’ que hizo las delicias de los amantes del cine. Y de esos entusiastas que, como yo, más tarde o más temprano, en directo o en diferido, han disfrutado de la carrera del actor como si fuera la suya propia.
¿Por qué no?
Robert De Niro nunca se ha ido de las salas de cine. Si bien es cierto que, siguiendo el camino que hemos comenzado a trazar, hubo una época no demasiado lejana en la que su carrera dio un cambio que sorprendió a muchos. Después de unas primeras décadas exitosas, en las que supo salirse de la casilla en la que se había colocado en los compases iniciales de su carrera, el actor comenzó a apostar por títulos más ligeros. Generalmente comedias, muchas de ellas desastrosas a nivel de crítica, que alejaron a una parte del público de la figura del neoyorkino.
Es quizá la época menos grata de su carrera. Pero también la más desconocida. Es cierto que la primera década de los 2000 es la menos exitosa de su filmografía, pero es aquella por la que el propio De Niro optó. La comedia le ganó tiempo atrás, cuando decidió salirse de los personajes duros y violentos en los que se había consagrado. Y creyó que aquel era el momento para disfrutar de la actuación y del cine de manera distinta. Algo que no implica que durante esta época no nos llegaran de su mano grandes trabajos que merecen un reconocimiento. Probablemente viéndola ahora, con el paso del tiempo, no haya envejecido demasiado bien, pero ‘Los padres de ella’ bien merece una parada en este repaso.
También merecen una parada trabajos que, sin saber muy bien por qué, han acabado cubiertos de una fina capa de polvo. Concretamente uno: ‘El lado bueno de las cosas’. El personaje de De Niro en la película de David O. Russell vuelve a ser notablemente cómico, algo gruñón, metido en una casilla en la que se ha movido bastante durante las últimas décadas. Pero su interpretación es creíble, es humana, es intensa, es emocional. Y se acerca al soñado adjetivo: sublime. De hecho, fue la culpable de su gran regreso a la temporada de premios, con una nominación al Oscar a Mejor Actor de Reparto. Algunos dirían que en la última década, el intérprete ha ido renaciendo de sus cenizas. Pero yo creo que nunca llegó a ser tal cosa.
Treinta años de oro
Llegamos a los cimientos de la casa. Más bien a los cimientos, el jardín, el porche, la planta baja y hasta el garaje. Porque las tres primeras décadas de la carrera de Robert De Niro son dignas de admiración, de estudio y casi de reverencia. Se me ocurren pocos actores que acumulen tantos títulos destacados y tantos trabajos brillantes en un periodo tan longevo. Quizá porque estamos acostumbrados a épocas doradas más cortas, aunque no por ello menos valiosas. Épocas en las que un actor se encuentra en estado de gracia a todos los niveles, pero que más tarde se estabilizan. En las que poco a poco se van distanciando los títulos y los reconocimientos. Algo que no ocurre en el caso del neoyorkino.
Si hablamos de premios, entre 1975 y 1992, Robert De Niro acumula seis nominaciones a los Premios Oscar. Saliendo victorioso en dos ocasiones: como Mejor Actor de Reparto por ‘El padrino II’ y como Mejor Actor Protagonista por ‘Toro salvaje’. Pero su época dorada no se resume sólo en galardones y nominaciones. De hecho, algunos de sus trabajos más aplaudidos por el público, como ‘Novecento’, ‘Érase una vez en América’ o ‘Uno de los nuestros’ no llegaron a colarse en sus respectivas temporadas de premios.
Durante esta larga época, el actor no sólo fue admirado por el resultado de sus trabajos, sino por el proceso, por el método. Aumentos de peso, meses en Sicilia aprendiendo el dialecto italiano de la zona, clases de saxofón y hasta miles de dólares gastados en estropear su dentadura para un personaje. Robert De Niro se entregaba -y se entrega- a los personajes como sólo lo puede hacer alguien que ama su profesión y que ama el cine. Y creo que esto último es lo que realmente le define y lo que ha hecho que todo en su carrera, también su incursión en la dirección, haya sido satisfactorio.
Su estreno detrás de las cámaras, ‘Una historia del Bronx’, es una de esas perlas del cine que muchos han pasado por alto. Pero que atrapa a todo el que llega a ella. A mí me llegó siendo poco más que una niña, pero se hizo conmigo. Y continúa siendo una de las imprescindibles de mi filmografía personal. Lo mismo que ocurre, aunque quizá con menos entusiasmo, con su segundo y último título como director, ‘El buen pastor’.
Uno de los nuestros
Ahora, con 77 años, Robert De Niro sigue dedicando su vida al cine. Delante y detrás de las cámaras, en el puesto de productor. El neoyorkino continúa dando vida a personajes e historias que considera que merecen ser contadas y apoyando a una industria que lo ha sido y lo es todo para él. Dicen que la pasión se pierde tras los primeros compases de una relación, pero el idilio del actor y el séptimo arte parece que va a ser eterno. Es un maestro de la interpretación, pero creo que también se puede decir, sin miedo a equivocarse, que es un cinéfilo como cualquiera de nosotros. Un enamorado del cine que mantiene las ganas, la ilusión y la chispa del primer flechazo.
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