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Este año ha resultado ser más largo de lo que esperábamos. Los meses de confinamiento se hicieron eternos para algunos y se pasaron volando para otros. Pero esta nueva normalidad, tan extraña, está haciendo que 2020 dure casi tanto como dos años juntos. Han pasado muchas cosas en los últimos 365 días, hemos perdido a seres queridos y hemos vivido una situación que jamás imaginamos. Pero el año también nos ha traído algunas cosas buenas, que han terminado siendo la luz que ha iluminado nuestro complejo camino. De la mano de Agoney, en esta ocasión, nos han llegado unas cuantas.

Si 2019 fue el año en el que, finalmente, encontró la libertad que tanto ansiaba; esa música suya, que salía y sale de su propia alma y que no responde a la búsqueda de un producto vendible a costa de todo lo demás. 2020 ha sido el año de las recompensas, de las confirmaciones y de los sueños cumplidos. O de los objetivos alcanzados, si queremos hablar en términos más tangibles. La cosa empezó con calma, con esos “muy pronto” que tanto nos suenan y que en ocasiones se han dilatado lo que nos ha parecido un siglo. Pero los anuncios no tardaron demasiado en llegar y los adelantos tampoco. Y a partir de ese momento, 2020 se convirtió en una montaña rusa de emociones en la que no ha habido prácticamente descanso.

Singles, el esperado álbum, firmas y un cierre inmejorable: la confirmación de que los directos están al caer. 2020 ha sido un año duro, sí, pero Agoney ha logrado que para sus seguidores sea también un año emocionante. Su música, que por fin ha sido nuestra, ha sido una acompañante inmejorable para la segunda mitad de este peculiar año. Y todo apunta a que seguirá siéndolo, ahora sin distancia de por medio, de cara a 2021.

El año de la realización



Dejando a un lado la broma del “muy pronto”, que está dando de sí casi tanto como el tiempo que representa la expresión cuando llega de la mano de Agoney, 2020 ha sido el año de las metas alcanzadas para el canario. Detrás de esa expresión y de todo el tiempo que ha pasado desde que comenzara a trabajar en su primer single y, sobre todo, en el segundo hay precisamente eso, mucho trabajo.

Un importante proceso de introspección, en el que ha tenido la valentía no sólo de conocerse a sí mismo, sino también de desnudarse y de entregarnos el resultado. Una valentía que también destaca a la hora de defender a pies juntillas un proyecto personal, que se aleja enormemente de la fórmula comercial de éxito a la que tan acostumbrados estamos actualmente. Agoney se ha encontrado y en 2020 se ha mostrado sin capas, alcanzando uno de los grandes objetivos de cualquier artista: lanzar al mercado un primer álbum.

Disculpa que hable continuamente de este disco, de ‘Libertad’, pero creo que, por razones obvias, ha sido lo más destacable de este año. Su llegada estuvo acompañada de éxito a nivel de cifras y de buenas críticas, pero sobre todo del gran abrazo de su público. Un público que continúa escuchando a diario las canciones en las que ha trabajado el canario durante tanto tiempo, disfrutando del álbum conceptual que nos ha regalado y comprendiendo por qué, a veces, las cosas de palacio van despacio. La paciencia, la confianza en sí mismo y la seguridad que ha ido tejiendo desde su salida de la Academia de ‘Operación Triunfo’ han acabado desembocando en la recompensa merecida. Un trabajo bien hecho que ha merecido la pena.

Aquí debería hablar de las firmas, del calor físico del público en la nueva normalidad y todo lo que vino a continuación del lanzamiento. Pero esto, en teoría, debe ser un resumen. Así que voy a lo importante. En este año 2020 hemos aprendido, o deberíamos haberlo hecho, a apreciar y valorar más lo que tenemos. Por eso, el anuncio de los primeros conciertos de Agoney, que tendrán lugar en Madrid y en Valencia, ha significado más que nunca.

En la antigua normalidad, muchas veces las fechas de las giras llegaban incluso antes del lanzamiento de los discos. Pero ahora la incertidumbre manda. Y confirmar dos shows es un paso de gigante, una recompensa para el artista y para su público y una apuesta por la cultura y por la música. No será hasta enero cuando escuchemos ‘Edén’, ‘Soy fuego’ o ‘Perficción’ en directo, pero este ya ha sido un regalo adelantado para cerrar este peculiar año.

Cuesta pensar en positivo hablando de 2020, incluso para quienes hemos tenido la fortuna de no perder a alguien cercano. Pero para Agoney y para quien le apoya, 2020 ha sido el año de la justicia divina. Del reconocimiento merecido. Un año de objetivos cumplidos. De crecimiento y maduración profesional y de la confirmación de que todo, si crees en ello y trabajas para lograrlo, es posible. También un año en el que ha habido espacio para trabajar con otros artistas y para seguir tocando y seguir explorando sonidos, de cara a lo que está por venir. Pero, sobre todo, un año para sí mismo. Para su trabajo, para su apuesta y para su merecido éxito.

Como siempre que se deja atrás un periodo de tiempo y se abre otro ante nosotros, hay nostalgia, hay esperanza, hay incertidumbre y hay ilusión. 2021 arrancará, si la situación continúa permitiéndolo, con esos directos para los que tanto se está trabajando. Y continuará con más música, más alma y más Agoney. Que este año de las recompensas y los reconocimientos sirva como base para todo lo bueno que está por venir.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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