Música

En medio de la multitud, rodeada de cientos de personas que no conocía de nada, sólo necesité los primeros acordes de ‘Through the Dark’ para volver a sentirme en casa. La voz de Louis Tomlinson ayudó y, junto a una de mis canciones favoritas de One Direction, me llevó de la mano en un viaje en el tiempo hasta mi adolescencia. En los pocos minutos que dura el tema, mientras todo el mundo a mi alrededor saltaba y gritaba, recordé instantes que creía haber olvidado, reviví sensaciones que no había vuelto a sentir y me creí enorme, protagonista de mi propio momento. Mirando al que fuera miembro de la banda británica, sentí que lo que tenía dentro importaba y que, aunque ahora forme parte del pasado, juntos escribimos una pequeña historia. Y todo ello sin llegar a conocerle nunca. 

Increíble, pero cierto. En medio de la locura de un concierto como el de Louis Tomlinson, o el de Billie Eilish, o el de Lola Indigo, o el de Pablo Alborán, podemos sentirnos los auténticos protagonistas. Podemos vivir una conexión única que, en realidad, sólo experimentamos nosotros, pero que sentimos tan grande que es imposible de explicar con palabras. Lloramos cuando escuchamos canciones que tienen un significado especial para nosotros, miramos al escenario y agradecemos, a gritos o en silencio, a esa persona o esas personas lo que han hecho por nosotros sin saberlo, lo que ha hecho su música por nosotros. Saltamos, miramos a los ojos de nuestros amigos, familiares o amantes. Nos damos la mano. Grabamos y gritamos. Vivimos nuestra propia película de hora y media sin importarnos quién nos rodea, como si el resto no existiera

Música

Y no nos damos cuenta del poder que tiene la música. Yo misma he vivido instantes mágicos como el que experimenté este martes en el concierto de Louis Tomlinson en decenas de ocasiones, pero nunca me había parado a pensar en lo mucho que significan. La música nos iguala a todos, y lo hace de una manera bellísima. Todos, los extrovertidos y los tímidos, los que están viviendo su mejor época y los que están atrapados en una espiral oscura, los que aman y son amados y los que tienen el corazón roto, los que están acompañados y los que se sienten solos, todos podemos creernos gigantes en medio de la multitud gracias a la música, a esa voz que nos ha acompañado en los peores y los mejores momentos y a esa canción que nos salva una y otra vez o que hizo un clic interno en nosotros. No importa el peso que llevemos a la espalda o lo mucho que nos machaquemos individualmente en nuestra intimidad, la música nos regala instantes de un poder incomparable que de otra manera serían inimaginables. 

Hemos escuchado y pronunciado tantas veces eso de que la música nos ha salvado la vida que se nos olvida la fuerza de esta afirmación y lo verdadera que es. De hecho, diría que no somos conscientes de que eso que decimos es real, también para los que hemos tenido la suerte de no pasar por etapas demasiado complicadas. La música nos mantiene a flote, nos empodera, nos hace libres y elimina todo tipo de prejuicios y de barreras. Su efecto en nosotros es diario y, muchas veces, silencioso, pero cuando somos conscientes de todo lo bueno que nos genera, cuando vivimos uno de esos instantes mágicos en medio de la locura de un concierto y comprendemos lo que está ocurriendo en nuestro interior, todo cobra sentido. 

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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