Hay algo especial en torno a los que fueron miembros de One Direction. Algo indescriptible que se extiende a aquellos que vivimos a su lado su carrera musical y que construimos, de una manera o de otra, recuerdos de la mano de la banda. Entiendo que ese algo sólo puede ser comprendido verdaderamente por quienes, efectivamente, lo sintieron y lo sienten, pero por muy indescriptible que sea, es real y se hace casi tangible cuando una parte de la magia regresa. Eso fue precisamente lo que ocurrió este martes 10 de marzo en la Sala La Riviera de Madrid, escenario del segundo concierto de la primera gira en solitario de Louis Tomlinson.
Después de mucho trabajo, de etapas verdaderamente complicadas en su vida y de una búsqueda de sí mismo que se ha hecho larga para quien esperaba su retorno con ansia, el de Doncaster lanzó hace tan solo unos meses su primer álbum de estudio. Un disco plagado de canciones íntimas y muy personales que nos dibujan un mapa del camino que ha recorrido en estos últimos años y de lo que ha vivido en cada uno de sus pasos. Aunque a nivel de radios y de repercusión en medios no ha alcanzado la notoriedad que tenía la banda, como ha ocurrido con sus propios compañeros, el público ha recibido este álbum con el mismo abrazo cálido con el que le recibió este martes en la capital española.
Tal y como esperaban los asistentes, el Louis Tomlinson que encontraron en el escenario era el mismo de siempre, más maduro y con un bagaje mucho más importante, pero igual de rebelde que en su primer contacto con la música. Ese tono rebelde y juguetón que siempre aportaba a los directos del grupo británico continúa siendo una de sus señas de identidad y sólo desaparece cuando llega la hora de interpretar alguno de sus temas más emocionantes, como ‘Two of us’ o ‘Defenceless’. En el caso de la primera canción, con la que a todos nos vienen varios rostros a la mente, la emoción es incontrolable, tanto que el propio cantante, tal y como se vio en Madrid, se rindió ante ella, mientras escuchaba cómo los cientos de asistentes que abarrotaron La Riviera pese a las recomendaciones con respecto al COVID-19 se dejaban la voz cantando una tras otra las estrofas que él mismo había compuesto.
Durante el concierto, el de Doncaster hizo referencia a lo significativos que son esos pequeños detalles para él después de tanto trabajo y de que, por momentos, pareciera que su aventura en la música se había frenado por completo con el descanso de One Direction. Sus palabras, aunque no demasiadas, supusieron un estallido de euforia en el que se unieron dos generaciones: aquellos que ya eran seguidores de One Direction hace años y quienes conocieron a sus miembros en la última etapa de la banda o después de su descanso. De repente, niños, adolescentes y adultos fueron una única voz al grito de “Louis, Louis, Louis”, alentados por el propio cantante, que se mostró más cómodo que nunca en el escenario.
Después de haberle visto en Coca-Cola Music Experience, su primer gran show en solitario, la evolución trabajada a base de ensayos y más ensayos fue notable desde la primera canción. Lejos de verle ‘solo’ en el escenario, me encontré con un Louis Tomlinson que se apoderó de él con su simple presencia, divertido, activo y muy seguro. Sabiendo todo lo que hay detrás de esta primera gira y siendo consciente de que era uno de los que más se apoyaba y más apoyaba a sus compañeros de One Direction durante los conciertos, podría haber existido cierta preocupación acerca de su autonomía una vez en solitario. Preocupación que ya ha sido eliminada de un plumazo. La ya mencionada seguridad de Louis se hace patente en el show y en sus interacciones con el público, pero también en su voz, tan limpia como la recordábamos pero mucho más correcta. El crecimiento personal del cantante es evidente y está grabado en sus propios temas, y el crecimiento profesional, además de en ellos, se respira en sus conciertos de principio a fin.
Personalmente, me quedo con la emoción que acompañó a un buen espectáculo. La emoción de regresar a la adolescencia, de ver el mismo rostro que había visto años atrás y de sentir que el tiempo no había pasado, de volver a escuchar una voz que echaba de menos, la emoción de un regreso muy esperado. Y si soy sincera, y creo que debo serlo, este es uno de esos conciertos que habría disfrutado de igual manera si hubiera sido un desastre a nivel vocal o escénico.
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