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‘La sombra del viento’, el libro perfecto para engancharse a los libros

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La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón

Creo que todos tenemos un libro que nos hizo encontrarnos como entes literarios y al que siempre querremos regresar; al que necesitamos regresar de vez en cuando por un motivo o por otro. Carlos Ruiz Zafón, autor de ‘La sombra del viento‘, lo explica muy bien al principio de esta obra:

«En una ocasión, oí comentar a un cliente habitual en la librería de mi padre que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano -no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos-, vamos a regresar»

No sé si era consciente, cuando escribió esto, de que ‘La sombra del viento‘ se convertiría en ese primer libro que realmente se abre camino hasta el corazón de muchas personas. Me gusta pensar que lo escribió sabiendo bien de lo que estaba hablando, pensando en el título que marcó su infancia o quizá su adolescencia, y además le agradezco que fuera capaz de darme las palabras necesarias para explicar lo que siento yo por su propia obra. Hay una especie de justicia poética en el hecho de que empezara la narración de esta historia con unas líneas dedicadas a lo que muchos iban a sentir tras su final.

Apelar a los sentimientos hacia los libros es un gancho magnífico para atrapar al lector, bien porque ya ha sentido eso de lo que nos hablan sus páginas, bien porque aspira a sentirlo a partir de éstas por primera vez. Vivir entre libros, dejarnos atrapar por éstos, es un sentimiento casi romántico y sin duda feliz al que muchos nos entregamos, y que Carlos Ruiz Zafón maneja con mucho acierto.

Y eso que ‘La sombra del viento‘ no es un libro feliz, a pesar de que arranca muchas sonrisas a lo largo de sus páginas. Al contrario, es un libro que respira melancolía, nostalgia, soledad y una especie de tristeza encantadora por la que siempre he sentido una extraña fascinación. Supongo que sentirme tan bien entre emociones tan lejanas a la alegría tiene que ver con mi propia personalidad nostálgica, pero creo que cualquiera se dejaría abrazar por ellas durante esta lectura. Y responsabilizo de toda culpa al autor, cuya pluma –delicada, precisa, despierta, ingeniosa, inteligente– hace maravillas con una historia que además está bien planteada, bien desarrollada, bien ejecutada. Con un inicio perfecto y un final redondo en el que todas las piezas encajan.

«Julián me había dicho alguna vez que un relato era una carta que el autor se escribe a sí mismo para contarse cosas que de otro modo no podría averiguar»

La sombra del viento‘ nos cuenta la infancia y adolescencia de Daniel Sempere, hasta el paso a su edad adulta. Daniel Sempere es hijo de un librero que ama su profesión, y del que hereda precisamente esta pasión. Su infancia da un vuelco cuando, por casualidad, cae en sus manos un ejemplar de ‘La sombra del viento’, un libro escrito por un tal Julián Carax del que no se sabe nada desde hace años. Daniel queda fascinado con esta lectura, y se empeña en averiguarlo todo de un autor que parece haber desaparecido tras una misteriosa historia de desamores, odios y guerras.

Conocer al Daniel niño es otro de los ganchos de esta novela, y sus reflexiones en torno a la infancia, realizadas con alma de niño y cabeza de adulto, son una joya. Conmocionan y convencen, por lo cierto y por la cercanía. Al fin y al cabo, todos hemos sido niños, y cuesta desprenderse de esa nostalgia (de nuevo) por la infancia. En ‘La sombra del viento‘ es casi palpable: el recuerdo de días mejores, más alegres, en los que los problemas no lo parecían tanto y los sueños no eran tan inalcanzables. Que Daniel sea un niño al principio de esta historia es un acierto, y que repasemos su infancia a través de su propia infancia, valga la redundancia, pero con una perspectiva ya adulta, también lo es.

«Siempre me ha parecido que el momento para leer a Carax es cuando todavía se tiene el corazón joven y la mente limpia»

Los límites entre ficción y realidad no tardan en volverse difusos. «En la escena que yo acababa de presenciar, aquel extraño hubiera podido ser cualquier trasnochador, una figura sin rostro ni identidad. En la novela de Carax, aquel extraño era el diablo», y el lector siente un escalofrío. Otro acierto, porque en cierto modo es lo que los más soñadores deseábamos al leer esos libros que tuvieron la capacidad de cambiar nuestra infancia: que fuera real. En mi caso, deseaba unirme a Legolas en sus aventuras, que una carta de Hogwarts terminara aunque fuera por error en mi buzón o encontrarme precisamente con Julián Carax, que es quizá el personaje que más me ha fascinado en mi historia de amor con la literatura.

Julián Carax es el ejemplo perfecto de la magnífica construcción de personajes de ‘La sombra del viento’. Desde Daniel, delicioso protagonista con el que es fácil conectar incluso cuando no entiendes sus acciones, hasta Fermín Romero de Torres, un secundario que en realidad es protagonista en prácticamente todos los sentidos, pasando por el señor Sempere, el señor Barceló o su sobrina Clara, que tanto me hizo (y me sigue haciendo) sufrir. Todos tienen sus cualidades particulares, sus matices, sus luces y sus sombras. Todos están entregados a una historia a la que sirven, pero que también les sirve un poquito a ellos.

La presentación y desarrollo de cada uno es motivo de halago hacia el escritor. Hay bastantes personajes en esta novela -desde luego, más de los que uno espera en un principio- y todos están en su justa medida. Admiro mucho la forma en que supo darles el peso necesario a cada uno de ellos, pero lo que más me gusta es su presentación, porque se da como se da en la vida real: es una presentación sutil, una mención insignificante incluso, a partir de la cual asistimos a un desarrollo tan natural que ni nos damos cuenta de ello.

«Nos amparaba el anochecer y aquel silencio de abandono que une a los extraños, y me sentí con valor de decir cualquier cosa, aunque fuese por última vez»

Creo que ‘La sombra del viento‘, al final, va de dos cosas. Para empezar: va de sentimientos.

Habla mucho del amor. En primer lugar, de cómo idealizamos a la persona amada, sobre todo en la adolescencia. En segundo lugar, de cuánto daño puede hacer el amor no correspondido, a niveles que en ocasiones no nos planteamos. En tercer lugar, de cuán infinito puede llegar a ser el amor. El amor romántico, pero también el amor de un padre hacia un hijo, o de dos amigos que se encuentran sin buscarse. Zafón a veces escribe sobre estos sentimientos, pero otras veces no lo hace y no lo necesita para hacérnoslo llegar. No necesita describir la felicidad de un padre que por fin consigue darle a su hijo lo que desea, aunque sea tras muchos años de lucha; no lo necesita porque a esas alturas conocemos al padre y conocemos al hijo, sentimos lo que están sintiendo y sabemos lo que están pensando.

El tono que toma la novela desde sus primeras páginas y su estética permiten que esos sentimientos estén continuamente flotando. Zafón se ayuda de muchos elementos para conseguirlo. La forma en la que juega con el escenario le permite ganar mucho terreno a este respecto, pues es capaz de tomar una farola cualquiera y crear a partir de ella un escenario puramente literario. «Sus farolas de gas congelaban el tiempo y los recuerdos», escribe en una ocasión. Esta frase se me quedó grabada en una de mis primeras lecturas, y recuerdo pensar que si algún día escribía un libro tendría que ser con esta gran capacidad de jugar con todo lo que el personaje tiene a su alrededor, dando importancia incluso a las cosas que aparentemente son más insignificantes.

También las reminiscencias, los recuerdos y las anotaciones del pasado, y los regresos al mismo, contribuyen a crear una atmósfera nostálgica y gris asentada en emociones perdidas, arrepentimientos, anhelos imposibles. Como digo, como queda claro desde sus primeros compases, es una obra de sentimientos, y aunque no todos sean buenos, todos son acertados.

«Él solía decir que existimos mientras alguien nos recuerda»

Y es también una historia de libros, «de libros malditos, del hombre que los escribió, de un personaje que se escapó de las páginas de una novela para quemarla, de una traición y de una amistad perdida. Es una historia de amor, de odio y de los sueños que viven en la sombra del viento». Por acercarnos tan bien a ese sentimiento que a veces no podemos explicar cuando sostenemos un libro, por las emociones que encontramos en este en particular, que se cuelan en nuestro interior como si fueran también nuestras, y por el misterio que lo envuelve todo, que quieres resolver a toda costa pero no quieres dejar ir, por todo esto, ‘La sombra del viento’ es el libro perfecto para enganchare a los libros.

«Los libros son espejos: sólo se ve en ellos lo que uno ya lleva dentro»

Judith Torquemada
Periodista, feminista, marvelita, Taylor Swiftista. Escribo sobre cine, libros y música. Se me da bien aprenderme letras de canciones y enamorarme de personajes ficticios. Aragorn dijo: por Frodo. Lo suscribo y lo amplío: por Ned Stark. Yo soñaba cada día poder alcanzar la playa, desde aquí, desde mi casa. Tomorrow there'll be more of us.

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1 Comment

  1. El comentario debería dejarlo después de volver a leer el libro. . . Que dicho sea de paso. . . En ello estoy

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