Jueves 21 de mayo, diez de la noche. Mi madre me dice: ¿qué vemos hoy? Mi hermana responde: ¿y si empezamos ‘Los 100’? Es algo que habíamos hablado días atrás. Durante esta cuarentena, estamos viendo mucho cine juntas, pero no habíamos empezado todavía ninguna serie nueva. Yo asiento en seguida, cuando dicen lo de ‘Los 100’. Disfruté mucho de sus primeras temporadas, pienso, así que no me importa volverlas a ver. Es una serie entretenida, pienso, así que gustará a mi madre. Tiene un punto de partida original y trepidante, sigo pensando, así que pasaremos un buen rato.

Nos ponemos el primer capítulo. Mi hermana y yo vamos comentando por lo bajini detalles. Pues Bellamy sí que era un poco tonto al principio. ¿Y Kane? Cuánto terminó cambiando. ¿Qué pasó con Jasper, al final? ¡Finn, no me acordaba de Finn! De no ser por Clarke estarían todos muertos, sentencio yo, y me mira mi madre. Y pienso: cállate, deja que disfrute. Porque estaba disfrutando. El primer capítulo se nos pasa volando. Mi madre, que es una espectadora atenta, y se le nota cuando algo no le gusta, lo ve con los ojos pegados a la pantalla de principio a fin, a excepción de Esa Mirada. Termina y vuelve a mirarme. ¿Ponemos otro?, le digo, aunque se nos ha hecho un poco tarde. Vale, me dice. Así que nos ponemos el segundo.

Y yo retrocedo años atrás en el tiempo, cuando viví ese mismo proceso que ella. Esa sensación de: uy, esta serie puede estar bien. Ese ir conociendo a Clarke, que siempre ha sido mi favorita. La evolución de Bellamy, que siempre ha sido mi favorito. Y pienso en Lexa, y me tiembla un poco todo. Y recuerdo las primeras temporadas, que de pronto me llegan en una sola imagen, y pienso: voy a retomar la serie.

La dejé en la sexta temporada. Vi un par de capítulos, cuando cambiamos de planeta, y la dejé. Era ya demasiado. Había tragado con muchos caminos que no comprendía, y poco a poco fui perdiendo el interés. Ni que decir de la emoción; esta serie ha demostrado que sus personajes van y vienen no siempre en función de las exigencias narrativas, qué emoción puede haber. Cómo puedes implicarte así. Pero después de ver esos dos primeros episodios de la primera temporada, después de recordar que de verdad había conectado con Clarke, con Bellamy, con Monty y con todos los demás, después de recordar algunas de las sensaciones emocionantes que había sentido viéndola, dije: voy a retomar la serie. Y lo hice.

Cuando me encontré sola, ya en mi habitación, me puse el primer capítulo de la sexta temporada. Pocas veces en mi vida seriéfila había sentido una pena y una decepción tan grande al ver esas primeras imágenes, de nuevo, de la penúltima entrega. Quité el primer capítulo a la mitad. Me quedaba dormida. Esa no es la serie que me emocionó un día. Esa no es la serie que me gustó un día.

Lo que podría haber sido

Quizá más que las imágenes en sí de ese 6×01, se trataba del recorrido que de pronto recordé haber llevado a cabo hasta esas imágenes. Ya no reconocía a Clarke, ni reconocía a Bellamy, ni comprendía por qué Raven tenía que sufrir la misma historia una y otra vez. Y no se trata, de verdad, de que hayan pasado cosas que no me han gustado, porque, como digo siempre, Ned Stark es quizá mi personaje favorito en la historia, y he seguido viendo y leyendo la obra de George R.R. Martin hasta el final. Como uno puede imaginar, lo que pasó con Ned Stark no me gustó, pero lo comprendí, tenía sentido y lo acepté.

Nunca es tanto que no guste lo que vemos, es más bien que no gusta cuando carece de sentido. Y qué sentido tienen los actos en una serie que ha prescindido de personajes por problemas con sus intérpretes, cuando claramente no era el momento de prescindir de esos personajes, por poner un ejemplo entre los muchos que hay.

Siento que ‘Los 100’ podría haber sido una cosa que solo fue en sus primeras temporadas. Se ha desviado tanto de sus intenciones iniciales y de su obra inicial que se ha perdido entre caminos que ni interesaban ni tenían nada que ver con las primeras sensaciones. Supongo que el problema parte de la base de desarrollo, por la que se puede culpar a medias porque todos los creadores pueden tomar malas de decisiones, pero es cierto que a partir de ahí han surgido asuntos como el ya comentado que tiene que ver, más bien, con ser un desastre como equipo de desarrollo. Las malas decisiones narrativas han dado paso a malas decisiones de todo tipo, que quizá sean las más sonoras al final del día.

Pero lo primero es lo fundamental, porque fue cuando ‘Los 100’ empezó a desviarse y a querer introducir situaciones, personajes, relaciones y conclusiones que, más allá de no gustar, no tenían ningún sentido. Nuevas tramas que solo eran tiritas para las heridas abiertas de las tramas iniciales sin cerrar. Nuevos escenarios que parecían más producto de no haber desarrollado bien el escenario anterior y por tanto querer abandonarlo, que de una oportunidad de conocer algo nuevo. Lo nuevo terminó sintiéndose como una incapacidad de poder con lo antiguo. Qué mal esto, si lo pensáis. Con lo que podría haber sido.

Y supongo que lo que podría haber sido ‘Los 100’ no da para siete temporadas. No puedes pasarte siete temporadas contando la llegada de seres humanos a un planeta tierra que consideraban devastado y deshabitado, pero sí se podría haber condensado todas las oportunidades que surgen a partir de este punto de partida para haber creado y desarrollado cuatro temporadas muy dignas. Lo hubiera preferido, cien veces. En fin, estoy nostálgica.