Si alguien me pidiera que le recomendara una serie de “calidad”, por muy ambiguo que sea esta termino, no le hablaría de Élite. Porque no creo que sea pueda considerar una serie “buena”, de “calidad” o “trascendental”. Pero simplemente ‘Élite’ está por encima de todo eso. Aquí no importa que algunas actuaciones sean exageradas, que las tramas sean demasiado enredadas y que haya relaciones que se cogen con pinzas. De hecho, es parte de su encanto.

¿A quién no le gusta un crimen adolescente?

Cuando quieres desconectar y no ponerte a ver algo muy profundo no hay nada mejor que la ficción adolescente. Los dramas de amoríos y otros enredos que, casualmente, tú no viviste para nada en tu adolescencia tienen su encanto. A veces para shippear a dos personajes y otras para poner los ojos en blancos con cualquier pelea tonta o berrinche de adolescente de 16 años.

Todo esto lo tiene ‘Élite’. Y si eso ya le añadimos un crimen (varios en lo que van de serie) tenemos una bomba. Saber que personaje ha matado a quién y porqué te mantienen enganchado a la pantalla y cuando te das cuenta, ya te has visto la temporada entera. Puede que los chantajes, las situaciones derivados de esos delitos y su condena te parezca surrealistas o irreales, pero ¿Qué más da?

Algo parecido ocurría con ’13 reasons why’ solo que ‘Élite’ tiene un ingrediente más que consigue hacerla irresistible: el dinero.

Una vida por todo lo alto

Si has visto ‘Élite’ y dices que no has soñado con un ser niño rico que estudia en Las Encinas lo más probable es que estés mintiendo. Porque por mucho que nos creamos todo lo contrario a este estereotipo todos hemos fantaseado de vez en cuando con esa vida. La vida en la que el dinero lo soluciona casi todo, una de las excepciones en la muerte, como se ve en la serie. La vida en la que podrías perfectamente vestir de Prada y soñar con ir a la universidad más cara y prestigiosa del extranjero.

Pero por supuesto con la exageración de ‘Élite’ que lleva a sus personajes y a su dinero a las situaciones más extremas. Ese dramatismo rodeado de diamantes consigue darle un toque único.

Acorde a su tiempo

‘Élite’ está en equilibrio con el público que lo consume. Uno al que ya no le vale que no haya representación del colectivo LGTB+. Un público que ha puesto muchas conversaciones sobre la mesa al igual que sus series. Porque hasta las series como ‘Élite’ que no se pueden calificar de educativas (como podría serlo ‘Sex Education’) necesitan abrir ciertos melones. Lo hicieron desde la primera temporada con el poliamor de Carla, Christian y Polo. O las estrictas medidas a las que se ve expuesta Nadia para ser “una buena musulmana” y como hace malabares para ser una alumna ejemplar, tener un futuro y seguir practicando su religión.

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Prueba de ello es también la relación de Omar y Ander (Omander). En la primera temporada si que se habla de sus complicaciones para estar juntos y como los dos tienen que salir del armario. Pero después todo esto pasa a un segundo plano para tener problemas que podría tener cualquier pareja. Es decir, Omander es una pareja más no la pareja gay que la serie utiliza como comodín para decir que es inclusiva. Sus personajes están desarrollados y tienen problemas más allá de pertenecer al colectivo. Pero sin olvidar tratar los conflictos que puedan tener raíz de ello.

Todo esto hace a ‘Élite’ un pecado al que es difícil resistirse. Aunque, ¿para qué hacerlo?

Paula Robaina
No puedo ser piloto así que intento ser periodista de motor. También escribo sobre cine, series, libros y cómics cuando me apetece escaparme de los circuitos. Lights out and hoist the colours

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