Una ficción como ‘El Embarcadero‘ solo puede llegar a buen puerto si el equipo responsable de la misma está implicado, por eso es un placer plantear ante esas personas las preguntas que te han suscitado los personajes, las diferentes escenas, o las cuestiones que subyacen en toda la serie. Porque ‘El Embarcadero’ es una serie que se puede disfrutar, pero creo que sobre todo es una serie de la que se debe hablar. Es una serie que invita a tener largas conversaciones, y los temas que nacen de la misma son universales e infinitos.
Como si quisiera desahogarme después de un intenso visionado con su posterior análisis intenso, quise plantear a este equipo las cuestiones que me han acompañado durante estas últimas semanas, cuando ‘El Embarcadero’ volvió a mí y yo no tuve más remedio que entregarme. Y todo esto es lo que he aprendido.
He aprendido que, por encima de todo, sus creadores querían contar una historia de amor. Y he aprendido que sus protagonistas así lo han sentido. A los responsables de ‘El Embarcadero’, Esther Martínez Lobato y Jesús Colmenar entre otros, les interesaba hablar de prejuicios, analizarlos y darles la vuelta. Creo que les interesaba que nos preguntáramos el sentido de esos prejuicios, el porqué de su existencia y aceptación en nosotros mismos, y con cuántos de ellos nos sentimos aprisionados. “Siempre intentamos poner al espectador como en un espejo”, dice Jesús, y menciona ‘La casa de papel’ como un espejo social, mientras que ‘El Embarcadero’ es un reflejo de nuestro yo más íntimo. Creo que querían que todos reflexionásemos, sin caer en discursos elaborados con intenciones claras (y esto me parece muy interesante), dejando así que sea el espectador quien se arme sus propias conclusiones, sus propios principios, sus propias emociones.
He aprendido también que todos ellos, como yo, pueden hablar de ‘El Embarcadero’ simplemente a través de preguntas, y que estas preguntas son muchas y varían en función del individuo, aunque cuando hablan del conjunto suelen coincidir bastante. Y que todos nos hacemos estas preguntas. Y que todo gira en torno al ser humano, que puede ser la piedra angular de las intenciones cuando hablamos de esta serie.
He aprendido que cada uno asume los personajes de una manera, pero que también en este sentido hay una percepción general. Con todos ellos he conectado desde la óptica del espectador que quiere comprender antes que juzgar, y esto me ha facilitado generar un perfil que coincide bastante con el que sus creadores y los encargados de darles vida tienen. Creo que esa puede ser una de las claves para disfrutar al cien por cien de ‘El Embarcadero’: olvidarse de los juicios y dejarse llevar. Estos personajes viven (o sufren) una evolución muy clara en esta segunda temporada, cada uno a su manera. Esta evolución se percibe casi de forma palpable, y se ha trabajado mucho para mostrarla. He aprendido que de verdad hay dos partes en esta ficción, y que esas dos partes forman un conjunto desarrollado, con sentido y con una dirección muy clara.
Y he aprendido, que es algo que asumí tras el visionado de esta segunda parte, que ese misterio que rodea al fallecimiento de Óscar tiene mucha más importancia de la que el espectador puede pensar en un principio. De alguna manera define la ficción y define a los personajes, y creo que se podría hablar largo y tendido de ello (así que voy a hacerlo en los próximos días).
La segunda temporada de ‘El Embarcadero’ ya está disponible en Movistar+.
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