Patrick Criado es especialista en interpretar a personajes extremos, en dominarlos y hacerlos suyos. También es experto en moverse sobre la cuerda floja, sobre esa línea roja que tan fácil de cruzar y tan difícil de mantener. Y que él ha convertido en su hábitat natural. Por eso, sus interpretaciones siempre acaban siendo uno de los puntos destacados de las producciones en las que aparece. Sobre todo si en ellas se mete en la piel de personajes rotos, llevados al límite y puestos a prueba.

En ‘Bajocero’, película dirigida por Lluís Quílez que ya está disponible en Netflix, volvemos a tener una muestra de ello. En esta cinta, vemos a Patrick Criado jugando constantemente con la ambigüedad, confundiendo al público y, ante todo, firmando un trabajo notable que vuelve a destacar en medio de la oscuridad de la película.

Con motivo de su estreno, hemos tenido la oportunidad de hablar con él y repasar el principal dilema al que nos enfrenta el thriller. Así como el trabajo del director a la hora de guiar al reparto y la complejidad de un rodaje tan asfixiante como la propia película.

MEW MAGAZINE (MW): ¿Cómo te llegó ‘Bajocero’? ¿O cómo llegaste tú a ‘Bajocero’?

PATRICK CRIADO (PC): Contactaron con mi representante, porque querían hacerme una prueba. Y enviaron una separata de la película. A mí lo que me llega es eso, una separata. Es decir, no llegué a ver el guion entero. Pero ya me llamó mucho la atención cómo estaba escrita, el personaje, hacia dónde iba y lo que podía ser. Hice la prueba, hice varias de hecho, si no recuerdo mal, con la directora de casting y con el director. Y, finalmente, me cogieron. Luego cuando me enteré de quién estaba en el reparto y me enviaron el guion, la verdad es que quedé muy contento.

MW: ¿Y qué fue lo que te hizo decir “quiero estar ahí”?

PC: Me llamó mucho la atención el tipo de película que era. Es una película que mezcla el thriller, tiene destellos de película de terror, a la vez que es una cinta de acción, pero con personajes bien desarrollados, bien escritos. Hay ahí una mezcla de estilos cinematográficos y, además, no solemos contar mucho este tipo de historias en nuestro cine. Me llamó la atención por eso. Y, luego, el hecho de que estuvieran Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Luis Callejo, Andrés Gertrúdix… Grandes actores. Todo me invitó a pensar que se podía hacer una gran película.

MW: ¿Cómo fue ese juego constante con la ambigüedad? Porque todos los personajes, o la mayoría, están en cierta manera marcados por ella.

PC: Esto estaba hablado ya desde el principio de la película. Los personajes tenían que estar llenos de muchas cosas, para poder contar la historia que queríamos contar. Sin dar demasiadas pistas al espectador. Y eso se conseguía con personajes bien trabajados y bien desarrollados. Cada uno con un conflicto, con una vida y un background detrás. Se trabajó mucho en los ensayos, se habló mucho con el director y en el rodaje queríamos todos seguir esa línea. El director estaba muy encima de si nos íbamos de esa línea o de si se daban demasiadas pistas en algún momento, para rebajar y tirar por otro lado. Era un juego constante.

MW: ¿Te resultó ‘fácil’ o, mejor dicho, cómodo sumergirte en tu personaje? ¿Cómo te acercaste a él?

PC: Fue complicado. Siempre hacer personajes muy extremos y que se desarrollan en un momento, además, extremo… No son conversaciones al uso que se desarrollan en una casa. Estamos hablando de gente que lleva presa un tiempo, de personas que están siendo atacadas por gente ajena en un furgón, están en una situación muy extrema. Entonces, aparte de trabajar el personaje de manera individual y ajena un poco a lo que es el guion, construir un poco a ese tipo, saber cómo es físicamente, cómo se mueve, cómo habla… También lo complicado era no dar muchas pistas sobre él, a la vez que estabas dentro de esa movida… Fue complejo. Pero con la ayuda del director, se hizo.

MW: Me imagino que con personajes extremos, en situaciones extremas y en un escenario extremo, es complicado no pasarse de la raya, ¿no? No caer en eso que hablamos tantas veces de la ‘sobreactuación’.

PC: Claro. Ahí es importante tener un director que entiende muy bien la película, que te lleva hacia el lugar al que te quiere llevar y que no te deja sobreactuar. Los actores, en muchas ocasiones, perdemos el ojo crítico. Y necesitamos una mirada objetiva y externa a lo que estamos haciendo. Porque muchas veces pierdes la noción de lo que estás haciendo y crees que no estás llegando, y lo estás dando de sobra. De ahí viene el sobreactuar. En eso es muy necesario que haya una dirección de actores detrás y que el director tenga muy claro adónde te quiere llevar. Y que no te deje caer. Por eso hay que confiar mucho. Al final, los actores estamos muy supeditados al ojo del director. Y tienes que confiar en él y en lo que él quiere.

MW: Háblanos un poco del rodaje… Una importante parte de la película está encapsulada en un mismo espacio, un furgón policial. ¿Cómo se jugó con ese espacio?

PC: Todo eso se rodó en un plató. Pudimos ensayar también el espacio. Con cámaras y nosotros, los actores, para ver un poco cuáles iban a ser las dificultades de rodar ahí. Y sí que es verdad que, cuando ruedas en un sitio tan claustrofóbico, tan pequeño, donde apenas cabes tú y tiene que entrar toda la cámara y todo el equipo, se hace complejo. Pero también está esa sensación la que se buscaba a la hora de rodar. ‘Bajocero’ es una película que se desarrolla prácticamente toda en un furgón de Policía. El director quería contar esa claustrofobia que están viviendo los personajes. Y yo creo que a nosotros también nos ayudó esa incomodidad a la hora de rodar, para luego hacer lo que hacíamos.

MW: A mí, personalmente, lo que más me ha sorprendido ha sido encontrarme un dilema tan complejo y profundo como el que presenta la película. En tu caso, ¿qué has sacado tú del fuerte dilema al que nos enfrenta?

PC: A veces, uno puede creer mucho en el sistema, puede creer mucho en la ley, puede creer que estamos bien conducidos y puede ser fiel a sus principios. Puede haber vivido así mucho tiempo. Pero siempre puede haber algo, puede haber alguien o alguna situación en tu vida que haga que todos esos principios y valores que llevas por bandera y que te hacen moverte y ser quien eres, de repente se caigan.

Y esto ocurre, y más ahora en los tiempos que vivimos, en los que estamos viendo cómo mucho del sistema en el que vivimos a veces se desmorona. No salen las cosas bien, y los políticos no hacen bien sus trabajos, y de repente uno pierde la fe en dónde vive y en cómo está gestionado el mundo. Y le dan ganas un poco de alejarse de eso y de ser externo y ajeno. Eso es un poco de lo que puede hablar ‘Bajocero’ en muchos momentos y es la reflexión con la que me quedé en su día. Y que, además, creo que ahora tiene un plus.

MW: No sé qué objetivo tendría el director, pero creo que con que la gente saque esta reflexión, ya es más que suficiente. ¿Qué te gustaría que sacara el público de ‘Bajocero’, más allá de la emoción del thriller?

PC: Lo primero, me gustaría que se olviden por unas horas de lo que estamos viviendo, y se centren en la película y en vivir la historia que viven estos tipos. Con eso, ya me doy con un canto en los dientes. Y, luego, me gustaría que reflexionaran. Al final, creo que también, en muchas ocasiones, se pretende buscar cuál es la reflexión que ha querido hacer el director y qué quiere expresar el artista, y qué le va a llegar al espectador. Y, en muchas ocasiones, a cada uno le llega algo diferente. Cada uno tiene su manera de interpretar lo que ha visto. Entonces, con que la gente reflexione sobre lo que hemos contado, cada uno a su manera, porque cada uno entiende el arte como le llegue y dependiendo del momento en el que está, me doy por satisfecho.

‘Bajocero’, de Lluís Quílez, ya está disponible en Netflix.