El último arquero
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'El último arquero'

Lo mejor
  • Su estética
  • La forma en la que está contado
  • Lo íntimo que es sin resultar incómodo
Lo peor
  • Se le tendría que haber dado mayor protagonismo a Yeya Millares y su pasado
  • Hay partes de la historia por las que da la sensación que se pasa de puntillas

‘El último arquero’ es el primer largometraje de la directora Dácil Manrique, que llegará a los cines canarios este 17 de julio (a la península lo hará el 24 de julio). Este documental distribuido por Super 8, cuenta la historia de la propia Dácil y su familia, en concreto sus abuelos Alberto Manrique y Yeya Millares. Llena de recuerdos y nostalgia narra la trayectoria de su abuelo como pintor y su abuela como violinista.

‘El último arquero’ es uno de los mejores documentales que he visto este año (y confieso que veo muchos). Es muy conmovedor, su historia te atrapa y te emociona hasta el final. Es familiar e íntimo, pero sin resultar incómodo o intrusivo. La voz en off de su directora, Dácil Manrique, nos guía a través de la historia de su familia y de sus recuerdos perdidos.


El último arquero

Su narración, su punto fuerte

Está dividido en diferentes capítulos y cada uno de ellos gira alrededor de unos sucesos clave en la vida de los protagonistas, el pintor Alberto Manrique y su familia. De esta forma, es más fácil seguir la historia que se cuenta, casi como si organizaras un esquema en tu cabeza con los acontecimientos que se van contando.

Pero, desde luego, lo mejor es que su narradora va dejando detalles y crea expectación de lo que se va a contar próximamente. Así, consigue que estés enganchado al 100% y necesites que la trama vaya avanzando, para conocer a qué se ha hecho referencia en los capítulos que ya has pasado. Muchas obras del género documental pecan de dar toda la información de golpe o demasiados datos sueltos que no terminan de conectar entre sí. Aquí ocurre todo lo contrario, todo está perfectamente hilado y no se deja ni un cabo suelto a la hora de contar los hechos, tanto con la forma de narrarlos como estéticamente.

El arte como base

Porque no se puede hablar de ‘El último arquero’ sin destacar su cuidada estética. Uno de los primeros adjetivos que se me vino a la cabeza cuando lo vi es “bonito”. Y sí, este es posiblemente el adjetivo más ambiguo y básico para describir algo, pero es que realmente lo es. Es placentero de ver.

Como pilar principal están las pinturas del propio Alberto Manrique, que ya le dan un toque distintivo al largometraje. Estas se mezclan con cintas de super 8 y los diarios de Yeya Millares, también protagonista del documental. Uno de los planos que más captó mi atención fue el de la propia Dácil Manrique en frente de su ordenador, trabajando en su documental ante nuestros ojos. Todos estos ingredientes hacen que ‘El último arquero’ sea único: podrás ver referencias e inspiraciones en otras obras (como en todo el contenido que consumimos), pero tiene su propia esencia.

Los escenarios del documental acaban convirtiéndose en protagonistas. Y es que la narración no se entendería sin destacar la importancia de dos ciudades claves en la historia como son Madrid y Las Palmas de Gran Canaria. Ambas son ciudades puede decirse que “mueven” la trama. Han formado parte de la vida de Dácil Manrique, pero también de sus abuelos. También aparecen otras islas como Tenerife y Fuerteventura.

Finalmente, es el arte el que acaba englobando todo lo que nos cuenta este documental con su mensaje final: el arte tiene el poder de sanar.



Paula Robaina
No puedo ser piloto así que intento ser periodista de motor. También escribo sobre cine, series, libros y cómics cuando me apetece escaparme de los circuitos. Lights out and hoist the colours

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