¿Qué pasa en ‘Outlander’ – 1×15: ‘la cárcel de Wentworth’? Jamie (Sam Heughan) está retenido en la prisión de Wentworth, condenado a muerte. En el último instante, aparece Jack Randall (Tobias Menzies) y lo salva de la horca, pero lo arrastra a un destino peor: el enfrentamiento con él, la gran pesadilla de quedarse a solas, a merced del inglés. Mientras, Claire (Caitriona Balfe) lo intenta todo para rescatarlo, desde enfrentarse al mismo Randall hasta convencer a todo aquel que tiene cerca para no desistir. Dirigido por Ana Foerster. Escrito por Ira Steven Behr.
Vemos a través de los ojos de Jamie (Sam Heughan) y Taran MacQuarrie (Douglas Henshall) cómo la prisión de Wentworth es el destino final para muchos escoceses. Los ingleses apostados en el castillo ahorcan a los habitantes de las Tierras Altas sin contemplaciones, sin miramientos, sin mostrar un ápice de compasión en sus rostros mecánicos. De nuevo entendemos lo que era Escocia en aquel siglo salvaje, de nuevo el siglo XX de Claire (Caitriona Balfe) queda tan lejos que ni nos acordamos de que una vez estuvo presente en ‘Outlander’.
Antes de morir, Jamie habla de Claire. Está asustado, lo vemos en sus ojos, en sus gestos. MacQuarrie, en cambio, deja claro que lleva preparándose para ese destino mucho tiempo. “Sabía que mi destino era la horca”, le dice a Jamie, “por eso evité que alguien llorara por mí”. Pero Jamie, más joven, con menos vivido, con otra vida, de hecho, sabe que Claire estará llorando por él en algún lugar de Escocia. MacQuarrie no llora, MacQuarrie bromea hasta el final, con esa crudeza y esa ironía que hemos aprendido a apreciar en los hombres escoceses. Sus últimas palabras son para los ingleses, para Inglaterra, para la opresión y la libertad.
Y entonces, cuando MacQuarrie ya no está, se pronuncia el nombre de Jamie. Primer plano a esos labios que lo pronuncian, una última lucha de Jamie, una última mirada a MacQuarrie, un último pensamiento en sus ojos, seguramente dedicado a Claire, a su hermana, a Murtagh, a Lallybroch. Una última respiración. Y entonces, cuando Jamie todavía está, aparece Randall (Tobias Menzies), y se detiene la ejecución. Pero sabemos que el destino que le espera a Jamie, en manos de Randall, es peor que la horca.
El rescate
Claire no está perdida en algún lugar de Escocia, llorando por Jamie. Claire está en las inmediaciones de la prisión de Wentworth, planeando su rescate, intentándolo todo. Con este objetivo, se reúne con el alcaide de la prisión. No para interceder por él, ni para negociar su rescate: para verlo. En principio, para verlo, después de tanto tiempo de separación y de sufrimiento. Claire vuelve a inventar una historia para el señor Fletcher, el alcaide, y da buena muestra, otra vez, de sus dotes interpretativas. Es rápida e inteligente, pero en esta escena además vemos algo que no es habitual ver en Claire: falta de confianza. Al menos, de la confianza habitual.
Está tan asustada por la posibilidad de perderlo que es incapaz de entrar por completo en el papel que puede llevarle hasta Jamie. Para quien conozca a Claire, y el espectador, a estas alturas, ya lo hace, es muy evidente que está contiendo la respiración, que sus ojos están llorosos, que le tiembla la voz, que está triste. El alcaide, además, no puede ofrecerle más que las pertenencias de Jamie, y Claire las abraza con fuerza. Cuando la reunión concluye y Claire abandona el castillo, se siente débil. Vomita a las puertas. Solo puede continuar por el abrazo que le proporciona Murtagh (Duncan Lacroix), que la acompaña como hacen los buenos amigos.
El contraste entre esta escena y la siguiente es fabuloso, porque nos activa. Porque de la debilidad y la desesperación de Claire pasamos a las risas de Rupert (Grant O’Rourke) y Angus (Stephen Walters) en una taberna. Nos enfadamos, claro, porque Jamie está en manos de Randall y estos dos se están divirtiendo como siempre hacen. Claire no tiene fuerzas para reprenderlos, tampoco Murtagh. Cuál es nuestra sorpresa cuando descubrimos que, en realidad, Rupert y Angus estaban jugando con dos carceleros de Wentoworth que les han proporcionado una información muy valiosa. No estaban jugando: estaban contribuyendo al rescate como mejor saben hacer. Están todos a una.
Así es como Claire descubre que el alcaide se ausenta todos los días al menos una hora de su despacho. Acompañada de Murtagh, aprovecha esta información para quedarse sola y descubrir los planos de la prisión. Es la única forma que tiene de llegar hasta Jamie, habiendo descartado la vía diplomática. Las cosas se tuercen, claro, porque esto es ‘Outlander’ y en esta serie las cosas siempre se tuercen, pero, con Murtagh siempre como guardián, Claire consigue perderse en el castillo. Llegar hasta las celdas. Escuchar los gritos de Jamie, que ya está siendo torturado por Randall.
El gran enfrentamiento
Jamie no tiene escapatoria. Está débil, encerrado en una celda, atado, a merced de Randall, que sabe de la demanda interpuesta contra él, porque el Duque de Sandringham nunca fue una persona de confianza. Bebe demasiado, habla demasiado. Esto significa que Randall siente que tiene aún más motivos para hacer daño a Jamie, aunque su concepto de hacer daño siempre incluye una especie de conexión emocional con el escocés, que tiene que ver consigo mismo pero también con lo que le inspira Jamie. Fuerza, valentía, honor. Todo eso afecta a Randall, pero sus afectos siempre tienen consecuencias negativas, porque es la única manera en la que entiende el mundo. Hay también una sexualización de cada contacto entre ambos que pone la piel de gallina. Randall es un depravado sádico, perverso y cruel.
Y quiere que reconozca que Jamie siempre estuvo ahí, a su merced. “Escapaste de Fort William, pero no de mí”, le dice. Desea que reconozca su superioridad, el poder que tiene sobre él. “Ríndete a ese orgullo y reconoce que estás aterrorizado”, continúa. Admítelo y te daré una muerte honorable. No tengas vergüenza, es posible romper a cualquier hombre. Todo eso dice, mientras le pide ver su espalda llena de las cicatrices que Randall siente como suyas, y se relame.
Pero Jamie es fuerte, valiente y honorable, y por estas tres razones lucha hasta el final. El carcelero, con quien se enfrenta, podría haberlo matado, pero Randall lo impide, porque lo quiere vivo. Porque quiere torturarlo, provocarlo, romperlo. Disfruta de su compañía. Es horrible decirlo, pero Randall disfruta de su compañía, de nuevo, de la manera en que Randall disfruta del mundo: asociándolo al dolor, la perversión y el poder. Es espantoso, muy desagradable, la manera en que Randall sexualiza el dolor. Su manera de ser. Un animal de instintos salvajes, crueles, despreciables.
Claire llega a esa celda para comprobar que han destrozado la mano de Jamie, que está prácticamente inconsciente. Aunque trata de cargar con él, aparece Randall cuando ni siquiera ha conseguido liberar los grilletes. Sabemos, entonces, que esas escenas desagradables solo eran un preámbulo. Que la llegada de Claire ha excitado aún más a Randall, que tiene otra manera de hacer sufrir a Jamie. Pero Jamie, incluso en ese estado, encuentra la fortaleza, la valentía y el honor, y se ofrece por Claire para que Randall haga con él, finalmente, lo que quiere.
Así que Randall se sonríe. Tortura a Jamie físicamente, delante de Claire, que se abraza a su marido y se deshace en sus piernas; tortura a Claire mentalmente, que se siente impotente ante ese poder y esa crueldad. Es una escena muy dolorosa, sangrienta y cruel. ‘Outlander’ toma aquí un cariz oscuro que no podíamos imaginar en el primero de los episodios. Llega muy lejos. Lo hace con buen gusto, porque no hay melodrama ni tampoco tintes exageradamente trágicos. Es cruda y cruel.
Como lo es la despedida de Claire y Jamie, que insiste en que se la lleve. Han hecho un pacto, una promesa, se han dado su palabra de hombres. Randall podría hacer lo que quisiera con Jamie, pero a cambio tendría que liberar a Claire. La protagonista se despide de su marido destrozada, pero encuentra un último momento de fuerza, de valentía y de honor, y maldice a Randall. Aprieta los labios, aprieta los puños, y lo maldice. Soy una bruja, Randall, y te maldigo. Te daré la hora de tu muerte, le dice, en una escena preciosa llena de significado. Primer plano a los labios de Claire, el rostro de Randall recibiendo eso mismo: la hora de su muerte. Porque Claire, ya lo hemos visto, lo sabe todo.
Esa cara de Jamie, por cierto, es la cara de quien sabe que lo está perdiendo todo, y lo está sintiendo todo también. El dolor en su rostro, y su impulso hacia Claire, lo que más quiere, convierten esta escena en una de las más dolorosas, y al mismo tiempo importantes, de ‘Outlander’.
La gran pesadilla
Tras expulsar a Claire del castillo, Randall vuelve con Jamie. Hay un gesto de cariño que nos perturba todavía más. A mí me hace pensar, otra vez, que dentro de su mente retorcida y de esa desagradable visión del mundo, Randall aprecia a Jamie. Porque toma su mano, y la aprieta para enfatizar sus palabras: Claire está a salvo. Se lo promete. Y nos perturba, porque sabemos que es cierto, que Randall ha liberado a Claire, que le ha permitido escapar de la prisión de Wentworth. Esta ambigüedad que advertimos tiene que ver, por supuesto, con la manera en que Randall entiende el dolor: como algo bello, por extraño que esto parezca.
Para Jamie, el dolor no es bello. El dolor es dolor, y sus cicatrices un recuerdo de ello. Una promesa de lo que está a punto de pasar. Porque el trato se ha hecho efectivo, así que ahora Randall puede disponer de Jamie, que permanece inmóvil, aparentemente impertérrito, pero llorando. Randall respira sobre las cicatrices de su espalda, cierra los ojos, las lame. No es solo dolor, pienso al mirar a Jamie, es la horrible sensación que te invade al comprender que estás a merced de alguien cruel. Es ese abandono, esa resignación, ese poder que te arrebatan. El significado de esta escena, con dos personajes masculinos, con toda la crudeza mostrada, va más allá de ‘Outlander’.
El último intento
Claire regresa con Murtagh y los MacKenzie, que se han escondido en el hogar de un hombre leal al clan, que tenía en gran estima a la madre de Jamie. Pero hay miedo, hay duda, hay incertidumbre. Nadie sabe cómo pueden rescatar al joven. En el último momento, a Murtagh se le ilumina la mirada –por eso, ¡de nuevo!, es mi favorito. Sabe cómo liberar a Jamie, pero no lo veremos hasta el siguiente capítulo, que es el final de la primera temporada.
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